Con razón muchas cosas en Guatemala no terminan de cambiar nunca. Simplemente, la corta retentiva de la sociedad y, por ende, de los individuos, abre las puertas para que con un poco de silencio se olviden las situaciones que tanto daño nos han generado, pero que terminamos tolerando como cosa normal.

Por ejemplo, allí tenemos al Congreso de la República que ya después de un par de semanas de quedarse calladitos han hecho que la sociedad ni comente que está integrado por representantes del desorden que aprovechándose del chantaje se hacen millonarios por medio de negociar sus votos y de absorber el Listado Geográfico de Obras. Y la misma técnica han seguido los magistrados de la Corte Suprema de Justicia que, reflejados en casos como el de Stalling, simplemente bajan su perfil un poco para poder seguir haciendo lo mismo de siempre.

Y en el mismo Ejecutivo pareciera algunas veces que no se recuerda que el Presidente actual ganó como rebote de una crisis en la que la gente lo único que no quiso fue elegir a la vieja política. Es inaudito que en un país con experiencias tan dramáticamente demostrativas de la crisis, a los funcionarios actuales se les dé por querer justificar o copiar las prácticas turbias con las que han ejercido el poder los corruptos de los gobiernos anteriores.

Y la verdad es que el responsable de todo esto es el individuo que por comodidad o por complicidad ha dejado que se vuelvan a asentar las prácticas que nos han marcado en conjunto como una sociedad dispareja, corrupta y tolerante con aquellos que, sin importar cómo, hacen dinero.

Nos va ganando la amnesia porque hemos sido muchas veces la llamarada de tusa que no termina de hacer el trabajo. Nos escandalizamos porque estamos hartos de rostros, pero no porque tengamos el arranque por transformar las bases de un sistema que, hoy por hoy, está perfectamente diseñado para beneficiar a unos pocos y condenar a la gran mayoría.

El Presidente ha pedido que se le tenga confianza, pero es necesario que colabore. Mientras siga rodeado de quienes quieren encontrar justificaciones para validar casos de evidente corrupción o mientras haya entretelones para cubrir reuniones o disfrazar los verdaderos intereses del país, se complica para la sociedad generar un sentimiento de confianza.

A casi todos, sociedad y funcionarios del Ejecutivo, parece que la amnesia les alcanza con facilidad. A unos porque se ha relajado la demanda que pudiera llevar a una profunda transformación del país, a los otros porque se les olvida que de milagro ganaron la elección.

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