Félix Loarca Guzmán
Tal como se anticipaba, en Brasil se consumó un golpe de Estado encubierto con ropaje de supuesta legalidad, para remover a la presidenta Dilma Rousseff, electa con el voto de 54 millones de ciudadanos, quien en los últimos años encabezó un gobierno progresista, cuyos principales objetivos fueron la lucha contra la pobreza y la desigualdad.
La burda conspiración en este país gigante de la América del Sur, no ha sido un hecho aislado, sino forma parte de un perverso guión ejecutado por la oligarquía, pero auspiciado por el Águila Imperial del Norte, para la restauración en la región de la economía de libre mercado, principal estandarte del sistema neoliberal, o etapa salvaje del capitalismo.
Esta economía, que en términos prácticos es una economía de libre robo, se caracteriza por despojar a los pueblos de su patrimonio mediante una serie de argucias, entre ellas los Tratados de Libre Comercio y las privatizaciones de los bienes estatales.
En Brasil, los golpistas atrincherados en la Cámara de Diputados y en el Senado, preparan el calendario para el desarrollo de un juicio político en contra de la Presidenta, acusándola de delitos que nunca cometió, pero que han servido de pretexto para desprestigiar su gobierno y para dar el zarpazo en contra del pueblo.
La mayor frustración en este caso ha sido el ascenso al poder, sin votos y sin respaldo popular del vicepresidente Michel Temer, quien según la presidenta Rousseff, fue “el cerebro” de la trama conspirativa contra su gobierno, por lo que no vaciló en denunciarlo públicamente como un traidor a la democracia y a la Constitución.
A través de su cuenta en Twitter, la publicación WikiLeaks, dio a conocer que el presidente interino Michel Temer, fue informante de los servicios de inteligencia de Estados Unidos en el año 2006. Este político de la extrema derecha, llegó al poder sin el apoyo del pueblo.
Las primeras medidas de este nuevo gobernante marioneta, están dirigidas a abrir las puertas del país a las grandes petroleras de Estados Unidos y de sus aliados.
Los golpes de Estado, suaves como se les llama ahora, sustituyen a los cuartelazos militares o las invasiones armadas realizadas en el pasado por la potencia del Norte para, mantener su control político y económico en América Latina.