Juan José Narciso Chúa
Hoy se encuentra en discusión, nuevamente, la denominada Ley de Competencia, una propuesta que se ha quedado rezagada desde hace varias legislaturas e igualmente existen varias iniciativas de ley. Guatemala es uno de los pocos países en el continente americano que no cuenta con una ley de este tipo, pero lo más importante, en todo caso, es reconocer la necesidad de propiciar un ambiente para que exista sana rivalidad entre empresas, pues la competencia lo que asegura es un libre juego de la oferta y la demanda, liberta de entrada y salida de oferentes en un mercado, en donde el precio se convierta en el asignador de los recursos, que encuentran el equilibrio en donde la oferta y la demanda se encuentran con un precio, que se hace imposible subirlo por parte de los oferentes (las empresas), así como también no se puede obtener a un precio más bajo por parte de los demandantes o consumidores.
La sana rivalidad representa un avance para un mercado en donde la característica principal es la competencia, pues al existir mercado para un producto, más oferentes se incorporarán al mismo, con lo cual los precios tienden hacia la baja, con lo cual los consumidores resultarán los beneficiarios últimos de este proceso, pues al existir mayor competencia se obtendrá mayor diversidad de productos y precios más bajos, como producto de la competencia abierta entre productores o empresas.
En Guatemala existen concentraciones de empresas en algunos mercados, con lo cual se cierra la competencia y se deja un mercado en el cual únicamente participan una, dos o tres empresas, con lo cual se produce un mercado denominado imperfecto. En este caso, los mercados imperfectos son aquellos en donde no existe competencia, los productos son homogéneos y se generan economías de escala; es decir, que los costos medios de producción tienden a ser más bajos y, por lo tanto, el margen de ganancia es mucho más alto y la curva de la demanda pasa a ser cubierta completamente por un productor, que no sólo deja afuera a cualquier otro competidor sino, además, establece un precio más alto y puede decidir la cantidad de producto ofertado en el mercado.
El lector puede hoy observar en el mercado de la cerveza, por ejemplo, cómo dos grandes monopolios, uno local y otro transnacional, se vienen enfrentando desde hace años, por el mercado de la cerveza, con lo cual la diversidad de marcas y sabores resulta notoria, así como el precio del producto cerveza ha tendido a ser más bajo en el mercado, con lo cual el consumidor ha resultado favorecido de una abierta competencia y éste caso es un ejemplo de competencia monopolística, pues hoy en el mercado la diversidad es tal que en cada lugar de venta se encuentra cervezas de diferentes sabores, proveniente de distintos países y a un precio más bajo.
En el caso anterior, como no es un caso de competencia abierta, sino de competencia monopolística, la pregunta es cuánto va a durar este esfuerzo mercadológico para ofrecer precios tan bajos, y hacer de un mercado como éste una competencia sana y no terminar con una concentración aún más fuerte y con precios mayores en el futuro.
En el caso de los oligopolios, en donde existe una evidente concentración de mercados por dos o tres empresas, la situación pasa por una acuerdo entre las mismas para mantener un precio y este se denomina colusión, en tanto las empresas coluden para mantener un precio y se distribuyen el pastel del mercado, con lo cual los precios son altos y se aparenta una «competencia» mercadológica, pero en realidad, el punto esencia son los precios altos que se acuerdan entre las empresas.
En todo caso, una regulación de la competencia, como la que se pretende con la propuesta de Ley de Competencia, pasa por reconocer actos desleales entre empresas para concentrar mercados, los cuales deben ser penados por la ley, para buscar que se eviten precios administrados, concentraciones de mercados, prácticas desleales de industria y comercio, economías de escala y otras formas de evitar la sana rivalidad y competencia. Cuando se reconozca que el mercado tiende a concentrarse, se deben buscar mecanismos de regulación que atenúen o reduzcan las prácticas oligopólicas o monopólicas en los mercados; es decir, se reconoce que existen este tipo de empresas y que resulta inevitable su presencia y actuación en el mercado, pero se deben regular. La pregunta en este último caso es, ¿quién regulará?, nuestras instituciones de Gobierno o entes independientes y ¿cómo se regulará?, y ¿qué mecanismos se aplicarán como sanciones? Como se puede observar, se necesita discusión seria para que efectivamente se genere competencia en los mercados.