Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
Guatemala atraviesa tiempos difíciles y para alguien que comenta y lucha por aportar su grano de arena buscando cambiar la realidad nacional, estos son momentos apremiantes porque lo dimensione o no, nos jugamos nuestro futuro y el de nuestros hijos, pero desde pequeño me han enseñado a hacer altos en el camino para valorar las cosas más importantes.
Y por eso hoy, aprovechando que el 10 de mayo cae en martes y que es un día en el que escribo, uso este espacio para darle gracias a Dios, como bien dijo Alejandro Fernández, por darnos a las mujeres, ese divino ser que a los hombres nos concedió para alegrarnos el corazón con su presencia.
Uno no recuerda haber estado en el vientre de la madre y mucho menos los esfuerzos y sacrificios que los padres, pero en especial la madre, hacen por uno desde la concepción. Con el pasar de los años los hombres nos vamos dando un poco más de cuenta de lo que fue la labor de nuestras madres, pero no es sino hasta un punto particular en la vida cuando uno lo realiza.
Y ese punto es precisamente cuando los hombres encontramos a la mujer de nuestras vidas con la que además se empieza a formar una familia y es en ese momento, cuando uno mira a su mujer desde el día que nos avisan que Dios convierte un milagro en ser humano, el preciso instante en el que se admira más a la mujer y se agradece y valora en su justa dimensión lo que las madres hicieron por nosotros.
Yo tengo la dicha de estar rodeado de mujeres a las que no solo quiero, sino que admiro mucho. Hace casi una semana decía en un programa de radio que amanezco realizado porque tengo un gordo de 9 meses, pero me hizo falta decir que si no fuera por la Ale mi mujer y por todo lo que ella ha hecho de una manera tan cariñosa y entregada, no estaría ese gordo que nos cambió la vida.
Gracias a Dios tengo a mi madre a la que, después de ver a mi mujer con un hijo, le agradezco todo lo que hizo por mí y mis cinco hermanos. En aquellos tiempos, mi papá (como lo sigue haciendo al día de hoy) salía a ganarse la vida para llevar los frijoles a la casa de forma honrada, mientras mi mamá cuidaba de nosotros 6 sin nunca quejarse de nada.
Tengo dos hermanas, cuñadas, suegra y colaboradoras aquí en La Hora, en Marroquín Pérez y Asociados y en mi casa, a las que admiro, agradezco a Dios de tenerlas y de las que aprendo algo todos los días. El Nico mi hijo tiene mamá, abuelas y tías que son un regalo especial.
Pero también valoro y siempre recuerdo a aquellas madres a las que las adversidades no les han impedido ser mamás y jefas de sus hogares; madres que dejan a sus hijos desde muy temprano en manos de un familiar y van a laborar para darle un mejor futuro a sus hijos, aunque a veces signifique llegar hasta tarde a la casa y compartir poco con ellos. Guatemala no tendría futuro alguno sino fuera por su esfuerzo.
Las gracias son muchas y el espacio corto, pero sirvan estas breves líneas para decir un enorme gracias a las madres. ¿Qué sería de nuestras vidas sin nuestras mujeres?
Feliz Día de la Madre a todas las mujeres, pero en especial a la mía quien nos hace a Nico y a mí, la vida especial.