Dra. Ana Cristina Morales

Tarde o temprano es de esperar que la muerte llegue, tal vez, ello sea el mejor acontecimiento y recurso de las personas que se dedican a vender seguros. Me acuerdo que cuando recibí una de mis primeras clases de ciencias naturales me costó asimilar el hecho de quiénes eran los seres vivos. No tuve la oportunidad de encontrar una secuencia lógica en lo que la maestra decía: “Los seres vivos son los que nacen, crecen, se reproducen y mueren.

Ahora, después de mucho tiempo caigo en la comprensión de aquella clase, que me resultó poco atractiva en aquel tiempo. La cual considero que nos sirve a todos para aprender a aceptar los procesos inmersos dentro de las vidas. Aceptar la muerte, también, es aceptar la vida como es.

Aceptar la muerte es un compromiso con la vida, la cual nos proporciona una existencia determinada en la que tenemos la oportunidad de conocer el amor, el dolor, la tristeza, la seguridad, la incertidumbre, la alegría y a personas significativas, y a vivir sucesos que resulten relevantes e irrelevantes. A veces, ella llega pronto y se torna poco entendible. Pero, muchas veces, también es bien apetecida y deseada, ante el cansancio de muchos años de vida, ante el dolor de un cuerpo que reclama descaso y una vida en la cual se pasaron excesos y también, escaseces.

La muerte es un evento de vida más, y necesita ser aceptada como tal. No aceptarla puede ser parte de una conducta berrinchuda y la vida no se encuentra en disposición a que le hagamos tales actos.

Si celebramos acontecimientos como el nacer, el enlace matrimonial, el desenlace matrimonial ¿Por qué a veces cuesta aceptar a la muerte? Y no hay decisión a encaminar los preparativos para cuando esta llegue. Puede ser que si existen presagios de ella, debido a una enfermedad, ella nos esté acomodando a que tomemos acciones antes de su llegada. Vivir la vida siempre habrá sido un obsequio. Aunque este haya resultado agradable o desagradable, o tal vez, y más frecuente, una mixtura de resultados.

Aceptar la muerte es aceptar con serenidad la vida, lo vivido y los límites de ello. Es contar con una fortaleza mayor para afrontar la existencia. Es un hecho que también amerita a mi juicio ser celebrado. Además, desde muchas culturas y religiones es un paso a una vida sin separación y en comunión con Dios, con la naturaleza o con un Ser Superior.

Así que me hubiese gustado que mi maestra le diera profundidad a esa clase, que muchas de sus alumnas, memorizamos como loritos.

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