El tema del agua ha estado en la coyuntura gracias a la marcha con la que comunidades de todo el país han pedido que sea regulado el uso, maltrato y desperdicio que se hace de ella tanto en las zonas urbanas como en las rurales y que tiene castigada a la población con catastróficos efectos para su salud por la terrible contaminación y escasez del producto por el desvío y retención que se comenten con intereses privados.
Para nadie es un secreto que Guatemala no ha atendido el tema de la protección de cuencas ni de la deforestación con lo que se ha ido reduciendo el inventario de mantos acuíferos y fuentes corrientes. Se hizo una reforma de incentivos forestales que terminó siendo un proyecto perfecto para la evasión fiscal más que un aporte para el enriquecimiento ambiental del país.
Se ha realizado un intenso trabajo de identificación de fuentes de agua pero hecho por empresas para posteriormente ingresar solicitudes de hidroeléctricas y cualquier otro tipo de planta de procesos que utilice el líquido, ya sea en industria o agroindustria sin importar que se corte el abastecimiento del agua a las poblaciones que la necesitan como materia de vida.
Hay dos usos que se le pueden dar al agua. El primero, es el industrial con el que se utiliza como materia prima para la producción independientemente del tipo de producto y con el que se hace acumulación y acopio, se diluyen químicos y posteriormente se deshecha contaminando otras fuentes. Prácticamente nadie aplica tratamiento o facilita el reciclaje.
El otro uso es el humano con el que la mayoría de las comunidades de Guatemala, sin siquiera un sistema de distribución, tienen que utilizar el flujo de ríos para su consumo al igual que para la agricultura familiar. Pero esa agua que es escasa y contaminada, termina incluso siendo secuestrada para la mayoría porque, como en casi todo, el capital es más importante que el individuo.
Con las épocas del año, no es extraño sufrir en Guatemala de sequía en el verano porque se retiene todo el flujo de las fuentes de agua para la producción, mientras que en el invierno son inundaciones porque se liberan los centros de acopio. Se castiga a la población con los dos extremos.
Es urgente que se establezca una ley reguladora fuerte, imponente, que castigue y difiera el cobro entre uso del agua para el consumo y uso del agua para industrialización, porque no podemos, hasta con el agua, seguir castigando a quienes menos tienen. El agua es bien público de uso común y es hora de ejercer control.







