Sandra Xinico Batz
Los caminos de la historia de este país están marcados por pasos, los pasos de los pueblos, pasos firmes y continuos, que avanzan lento pero que no se han detenido desde la primera invasión extranjera hasta hoy, porque el despojo tampoco se ha detenido y porque para vivir con dignidad los pueblos han tenido que caminar y no detenerse para permanecer y seguir abriendo caminos para que hoy, nosotras y nosotros, sus descendientes, siguiéramos avanzando y defendiendo lo que es nuestro, lo que nos pertenece.
La defensa del territorio y los recursos naturales han sido parte de esas luchas históricas e históricamente no resueltas hasta ahora porque como pueblos aún no tenemos autodeterminación y soberanía en la administración de nuestros recursos, nuestro patrimonio, nuestros territorios y seguimos dentro de un sistema político, económico y social que nos observa como brazos para ser explotados y como un obstáculo para llevar a la “cúspide” el modelo extractivista dependiente con el que el país quiere impulsar el “desarrollo”.
Este modelo de muerte y exterminio ha significado un costo grande para los pueblos que son acosados por las empresas y megaproyectos nacionales e internacionales, quienes además de desalojarlos, extinguen sus recursos naturales y les apresan o asesinan por oponerse a estos proyectos que no son nuevos sino únicamente “renovados” en sus ejes y formas de acumulación del capital.
Estos proyectos se sustentan también del modelo de Estado impuesto que favorece con las leyes a los ricos y poderosos; y del racismo estructural imperante en Guatemala que ataca a los pueblos por manifestar, movilizarse y luchar por sus derechos y por no concebir a la naturaleza como un bien explotable. Racismo que contagia de odio hacia los pueblos por defender el futuro no sólo de las y los indígenas sino de la humanidad como implica la lucha por el agua.
¿Alguna vez señor o señora citadina se ha preguntado de donde proviene el agua que abastece su hogar, si tan sólo observar la ciudad es evidente lo que este modelo de “desarrollo” ha provocado con los ríos, lagos y lagunas que antiguamente se ubicaban en ésta? ¿Saldrá a luchar con los pueblos hasta que al abrir el grifo de su lujoso apartamento de la zona 14 no fluya más que aire y olvido? ¿O usted, quién acusa a los pueblos de interponerse entre el desarrollo y el crecimiento económico, beberá cemento y comerá la desolación que dejará la destrucción que se ha provocado a la naturaleza?
Por eso, por esa lucha y esfuerzo, mi admiración completa a los pueblos que caminan y defienden la vida, a quienes dejaron todo allá en sus comunidades para caminar por 12 días (en esta ocasión) para resguardar el agua de los ríos, ríos que mantienen una conexión milenaria con la cosmovisión de los pueblos. Mi admiración y respeto a esos hombres y mujeres que no esperan sentados a que las cosas cambian y cuya marcha no empieza ahora sino que continúa avanzando. ¡No sólo nos solidaricemos, mejor luchemos!