Gonzalo López Menéndez
Periodista
ccs@solidarios.org.es

No es tierra de nadie sino de todos. En 3 años la huella de carbono del Rally Dakar superó las 40 mil toneladas sólo en su paso por Bolivia. Un daño ecológico equivalente a la combustión de 15 millones de litros de gasolina, según el ambientalista Pablo Solón.

Para Theo Oberhuber, coordinador de Ecologistas en Acción, esta carrera constituyó un insulto a la dignidad de los pueblos africanos. En el año 2009 el insulto cambió de destinatario, el Dakar se trasladó a Sudamérica donde 556 competidores entre motos, cuadriciclos, coches y camiones han encontrado un lugar idóneo lejos de la amenaza terrorista.

Tras varios días en el desierto y un sol de justicia comenzó a perder la razón, la absoluta ausencia de sombra empezó a producirle una sensación de claustrofobia hasta que de forma misteriosa fue recatado. Esta fue la experiencia de Thierry Sabine al perderse en el desierto del Teneré durante la disputa del rally Abidijan-Niza, en 1977. Tras encontrarse al borde de la muerte el piloto francés se propuso crear el rally más famoso del mundo y el 26 de diciembre de 1978 comenzaría la 1ª edición del París-Dakar.

La prueba alcanzó una proyección mundial tras la desaparición durante tres días del hijo de Margaret Thatcher. Además contó con el apoyo de grandes celebridades como Carolina y Alberto de Mónaco. En la actualidad la prueba se ha trasladado a Sudamérica y con ella las fuertes protestas de las agrupaciones ecologistas.

Hay quien entiende el Dakar como una aventura y hay quien lo entiende como abuso y prepotencia, como contaminación y como una falta de respeto a las poblaciones. En el pasado atravesar el desierto era un medio para conocerse a uno mismo, esta concepción está ya desaparecida y en peligro de extinción. El rally ha convertido al dinero en el mejor carburante para correr y a la contaminación en un elemento asumido por la sociedad de consumo actual. El Dakar trata de justificar torticeramente que su llegada a estos países sirve para paliar las extremas necesidades de los mismos. Cada año nuevas iniciativas tratan de lavar y justificar su imagen. “Salimos con el raid para llamar la atención, pero nos han manipulado para lavar su imagen” denunciaba la ONG Médicos Solidarios en el año 2000. Sin embargo, el Dakar no ha cesado en sus esfuerzos e invierte millones de euros cada edición para tratar de lavarse la cara.

Desde 1978 el Rally Dakar se ha convertido en un espectáculo que llega a 190 países y ha introducido en la naturaleza especies que no sólo ponen en riesgo la salud de flora y fauna, sino también la salud del propio ser humano. El arquitecto bereber El Ouaamari se preguntaba “¿Qué pasaría si los magrebíes organizaran una carrera de camellos por las calles europeas?”. O que soltasen en los parques de Londres, París, Nueva York o en la Casa de campo de Madrid cocodrilos, elefantes, leones y hienas o tigres de Bengala. Quién sabe, algunos quizás los tratarían mejor que como lo están haciendo con los refugiados de guerras causadas, en gran parte, por los intereses económicos de este capitalismo salvaje que aniquila el medio ambiente y a las poblaciones que tratan de sobrevivir como pueden, ya que con “la dignidad a la que tienen derecho” ya ni lo sueñan. Por eso reaccionan como tantos pueblos en la Historia que se han alzado para invadir las tierras  de sus opresores. En un alarde del poderío de los países más desarrollados, esta infausta carrera no tiene justificación alguna. Alimenta odio y resentimiento contra quienes ya no se contentan con explotarlos  de forma inhumana, sino que hacen alarde de una insensibilidad y ceguera que anuncia una nueva Era de desastres y de desesperación en quienes ya no tienen nada que perder más que sus cadenas.

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