Claudia Navas Dangel
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Aún recuerdo los actos cívicos del lunes. Todos de pie, haciendo un juramento a la bandera, repitiendo de memoria palabras que en ese momento no tenían sentido, quizá ahora tampoco. Entonando el Himno Nacional, extenso sí. Con la mano frente al pecho y los pensamientos en algún lugar mejor. Por eso no me gustaban los lunes.

Esas memorias vinieron a mí al ver el gesto del niño asoleado en una escuela de Mixco, mientras el Presidente hablaba. Imagine la voz de la maestra de Charly Brown -bla bla bla…-. Luego recordé a El Principito «los adultos nunca entienden nada por sí mismos». Esa foto lo explicaba. Morales hablaba mientras su voz se perdía en los potentes rayos de sol de un abril que de pronto me han robado. Repetía quizá, un discurso-guión, que alguien escribió para él, palabras que de pronto no le suenan a nada, no le dicen mucho, no le quedan claras, más allá de las bendiciones de Dios que ofrenda en cada aparición y que no sacian el hambre, no curan las enfermedades, ni se apiadan del dolor de quienes parecen no existir en un país desecho, en un sistema que no los reconoce y en una sociedad que no los ve, ni los verá.

Él hablaba y su sequito de pronto pensaba en que al día siguiente era viernes, y el fin de semana juega Suchi contra Xela. La maestra, al parecer atenta, imaginaba en su minuto de fama, poder recortar su foto en algún periódico y mostrarla a todos sus familiares que envidiarían su cercanía con el mandatario.

Los otros niños divagaban. «Al menos no hubo examen». «Cuánto calor». «Ya se pasó la hora de la refa». Otra al fondo parece hurgar sus fosas nasales. ¿Qué dijo Jimmy? ¡Qué importa! El niño que protagoniza la fotografía lo deja claro.

Han pasado ya tres meses desde que tomó posesión y nada ha cambiado. ¿Qué es muy poco tiempo? Nunca es suficiente. Siempre se culpa al anterior y se continúan las malas prácticas, favoreciendo a algunos, los más cercanos e ignorando las demás de una población carente de todo.

Por si eso fuera poco, lo anterior y la situación de las escuelas públicas, me parece abusivo y carente de respeto someter a niños pequeños a situaciones incomodas, porque es obvio, asolearlos y mentirles, porque al final cada palabra que el Presidente pronuncia, sea pensada por él o por sus máquinas de asesores, son eso: mentira. Cosa que no le molesta al mandatario, pese a ser un mandamiento explícito en la Biblia. Falta ver como su memoria disminuye en los próximos meses, y todos esos mandatos religiosos se pierden en las palabras, las acciones y el deterioro mayor de Guatemala.

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