Jorge Santos
Muchas personas y organizaciones sociales y populares advertimos que de darse las elecciones iba a ocurrir más de lo mismo y es que no podía ser de otra manera, en la medida que el sistema político sin una reforma profunda iba a producir exactamente lo que produjo. Desde la apertura política a la fecha, lo que hemos tenido no es más que, con diferencias poco significativas, gobiernos plegados a los intereses de las elites económica, política y militar.
La próxima semana se cumplirá un año de aquel histórico día, cuando los guatemaltecos fuimos testigos de la captura de una estructura criminal que implicaba al entonces Presidente y Vicepresidenta. Este hecho iba a provocar una indignación que a lo largo de 5 meses se movilizó permanentemente. Lástima que como sociedad no fuimos capaces de ver más allá de lo evidente y construir así una agenda política y social que derrumbara las bases para la transformación del Estado guatemalteco. Junto a la sociedad creímos que las elecciones iban a representar el cierre de un ciclo y la apertura de otro nuevo, sin embargo no hubo siquiera necesidad de que el Presidente electo asumiera para darnos muestras efectivas, de que no era más que un refrito de la impunidad, la corrupción, la violencia contra el pueblo y la continuidad de un proyecto que profundizaría los privilegios para los históricamente beneficiados.
Pero al finalizar el primer trimestre del gobierno, la incompetencia, la predisposición para privilegiar a los poderosos, el mantenimiento del modelo clientelar y corrupto, no es más que el continuum del fracaso como modelo de Estado. A lo largo de estos tres meses, las guatemaltecas y guatemaltecos hemos sido testigos de una serie de acciones u omisiones públicas tales como, nombramientos en puestos claves de familiares de funcionarios de alto nivel, otras designaciones de personas vinculadas al gobierno del corrupto de Otto Pérez Molina o al Partido Lider, la compra o cooptación de diputados y diputadas a partir de las viejas prácticas impunes, la ausencia del Estado frente a temas tan elementales como la salud, la educación, la vivienda y la alimentación de la población.
Pero para evidenciar la debacle total y absoluta del Estado guatemalteco y de la elite económica que lo ideó y lo mantiene, durante el mes de marzo sucedieron hechos terribles, que sólo en un país como estos pueden tener algún nivel de justificación. Varios accidentes colectivos cobraron la vida de más de una decena de guatemaltecos, varios niños mueren luego de estar bajo la protección y tutela de la institucionalidad pública y las políticas públicas de recuperación del sistema de salud y educación ni siquiera se ven en el horizonte.
De esa cuenta, es que debemos terminar nuestra tarea, el objetivo primordial no es el gobierno de Otto Pérez Molina o de Jimmy Morales, nuestro objetivo debe ser derrumbar las bases de este Estado y construir uno nuevo sobre los principios de la equidad, justicia social y democracia real y participativa.