Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Hablando respecto al secreto bancario, el día lunes me decía un amigo que el riesgo de eso es que la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT) caiga en malas manos y que ello puede derivar en extorsiones fiscales desde posiciones de poder.

Y mi respuesta fue, primero, el que nada debe nada tiene que temer y segundo, las reformas a nuestro sistema deben ser integrales, puesto que es necesario que existan más controles de parte de los entes encargados, pero también debe existir un régimen más fuerte de rendición de cuentas para que quienes vigilen, también sean vigilados y si se saltan las trancas, paguen las consecuencias de manera severa.

Hay otra gente que desea reformas pero le temen a quienes puedan llegar a hacer esos cambios porque estiman que el remedio puede ser peor que la enfermedad y no deja de ser una posibilidad. El diputado Giordano, cínico como pocos, es una de las caras visibles de las lacras del Congreso y ayuda a confirmar esos temores, pero al final del día, todo radica en la voluntad del pueblo y lo que la gente desee en el futuro.

En las condiciones en las que se ejerce la ciudadanía en el país, no deja de ser un riesgo cualquier asomo de reforma si lo dejamos a discreción de los diputados o de los partidos políticos porque ya sabemos que ellos nacen, crecen y viven para ser los celosos defensores del sistema y sus vicios.

Pero del otro lado, debemos realizar que por esos temores y por esas probabilidades de que todo resulte peor de lo que está, nos estamos condenando a seguir por la autopista que conduce al territorio de la impunidad, la corrupción y el tráfico de influencias.

Por esos temores, es que cada 4 años vamos a votar por “los Giordanos” o dando votos de castigo y los resultados están a la vista. Son esos temores los que nos hacen conformarnos con los magistrados que deciden los poderes ocultos, porque así está la norma. Por ese miedo al cambio, es que nuestra matriz de compras y de auditorías es un paraíso para delinquir.

Por esos temores al cambio, es que la desnutrición es una opción casi segura para miles de niños y la salud se convierte en un privilegio para el paciente y una fuente de negocio para el puñado que hace transas en ese rubro.

Porque es “muy duro cambiar” es que nuestros sistemas de transporte son otra fuente de corrupción y negocios en total impunidad y así abundan los casos y es justamente ese horizonte tan gris que se mira lo que entre otras cosas nos inmoviliza. Hay quienes aprovechan esa nebulosa para que nada cambie y poder seguir navegando en aguas turbias con toda tranquilidad.

Entonces nos tenemos que dar cuenta que si no estamos dispuestos a asumir los costos, los retos y los compromisos del cambio, simple y sencillamente no habrá tales de cambios porque dejarle a los políticos, a los poderes paralelos y a las mafias la libertad para que hagan los cambios, solo derivará en que harán jaque mate y le pondrán la tapa al pomo garantizando para eterna memoria una Guatemala con impunidad, corrupción, pobreza y falta de oportunidades.

El cambio de Guatemala siempre se ha tratado de usted y de nadie más que usted y hasta el día de hoy no hemos dado en el clavo, perdiendo terreno cada día que pasa. ¿Es esta la Guatemala que le queremos heredar a nuestros hijos? Yo no.

Artículo anteriorJefe de bancada FCN: El comentario de Giordano lo tomé como una broma
Artículo siguientePena de muerte no tiene que ser disuasiva