Consternados por la muerte, a sus once meses de edad, de Mykol David Morales Narvaes, no podemos dejar de pensar en la crisis hospitalaria, y en el ir y venir sobre si el hospital lo atendió o no, si hace unos meses lo enviaron a otro tratamiento y no se tiene la menor idea realmente de cómo en el año 2016 un menor puede morir en la vía pública por una deshidratación provocada por diarrea y vómitos.

Lo que no nos queda duda es que la red de salud está en tal crisis, y sus funcionarios tan acostumbrados a ella que igual hay muchos más «Mykol» que fallecen en salas de espera, en camillas o en sus propias casas porque no tiene sentido ir de un hospital a otro a rogar atención para que de mal modo solo le digan a uno que se vaya a otro lado. La crisis es profundamente inhumana.

Pero la condena más grande tiene que ser hoy aceptando que los únicos culpables no son los médicos que se excusaron con el menor, sino que han sido todos los que han usado al Ministerio como su canasta de hacer negocios tal y como por décadas ha sido, y como meticulosamente en el gobierno de los Colom Torres lo arregló Gustavo Alejos para que siguiera así.

La culpa la tienen los diputados que necesitan 30 o más empleados para, igual, no hacer nada más que negocios. La culpa la tienen esos mismos diputados que se reparten la vaca cuando hacen la discusión del Presupuesto y del Listado Geográfico de Obras.

Es culpable un Contralor de Cuentas que solo sirve para perseguir alcaldes de pequeñas municipalidades, pero a los grandes que se roban el Transurbano y los fideicomisos ni los voltea a ver. Es culpable una política económica que pierde tiempo más en discutir en salarios diferenciados que en darse cuenta que los ciudadanos se mueren de hambre.

Y tiene que sentirse culpable un Presidente que seguramente dedicó más tiempo ayer en ver asuntos de la selección de futbol en lugar de sentirse indignado y avergonzado al condenar lo sucedido en un hospital administrado por su gobierno.

Y eso que no entraremos a mencionar la corrupción en Comunicaciones, Energía y Minas, SAT, IGSS y demás instituciones.

Los culpables somos todos en esta sociedad en que se ha vuelto costumbre aceptar a los corruptos y criminales siempre y cuando tengan pisto. Es nuestra culpa porque los ciudadanos hemos dejado que este país se vuelva a asentar entre mediocres y corruptos que siguen siendo eficientes guardianes de los que de verdad mandan a la hora de partir el pastel. Mientras sigamos aceptando las mismas prácticas de corrupción pública y privada, se nos seguirán muriendo los ciudadanos en la calle. Condenemos nuestra falta de actitud.

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