Lic. Douglas Abadía C.
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Las dinámicas de comunicación, las relaciones de poder entre individuos, las estructuras administrativas y sus medios de ordenamiento, la coherencia discursiva y los condicionantes genealógicos son solamente algunos de los elementos que participan en las discusiones político-filosóficas; discusiones en las que Foucault y Habermas son nombres recurrentes y vinculados a planteamientos específicos.
El modificar la interacción social basada en ritos y sustentarla con símbolos lingüísticos amparados en razonamientos expuestos a las críticas es algo que si bien todos practicamos, Jürgen Habermas ha estudiado a profundidad. Heredero y desarrollador de las teorías criticas de Frankfort, analiza la comunicación no sólo como traspaso de información, sino como herramienta que al perfeccionar su uso permitiría importantes logros sociales.
Así pues, la Acción Comunicativa en el ideal de Habermas debe contener: Inteligibilidad, verdad, rectitud y veracidad. Estos cuatro elementos permitirían una comunicación efectiva, beneficiosa para la sociedad entera. Promoviendo esto se habla de la Ética del discurso, la cual pretende apegar la comunicación a una estricta normativa moral universalizada, que no sólo facilite el intercambio de información y con esto la coordinación; sino permita logros importantes en la búsqueda del bien común.
Todo esto se podría ver reflejado en un gobierno democrático deliberativo, el cual a través de discusiones públicas no solamente amplía el número de personas que toman la decisión, sino que incluyen un gran número de necesidades y propuestas que la actual democracia representativa. En mi opinión, estas propuestas requieren drásticos cambios culturales y una inclusión social integral a un sistema educativo capaz inexistente en Guatemala. Sin embargo podemos aplicar perfectamente el análisis de discurso en base a la ética planteada por Habermas y a la aplicación o no de los mismos a los requerimientos de la Acción Comunicativa que permite una adecuada comunicación.
Michel Foucault por su parte elabora a lo largo de su vida un estudio diverso, crítico y cambiante en posturas. Muchas veces estas posturas llegaron a ser completamente opuestas a lo que pensaba al principio. Sin embargo (indica el mismo Foucault) no pretendió escribir para lectores, sino para quienes puedan utilizar sus planteamientos.
Así pues, en la Microfísica del Poder desarrolla una extensa teoría basada en una longeva (y al parecer eterna) relación entre dominados y dominantes. La existencia de un Poder, prácticamente con vida propia, que sobrevive con un sistema represivo que se reinventa a sí mismo constantemente. Y que a través de estructuras jerárquicas, instituciones disciplinarias y reguladoras y sistemas de castigo y normalización mantiene controlados a todos.
Incluso la historia la plantea Foucault como un elemento condicionante y privador de la originalidad de una persona, por lo que conceptos como la identidad también regulan a favor del sistema. De esta manera no existe algo tal como el progreso humano, o la civilización; únicamente el sometimiento humano por parte de un sistema de Poder a través de la “biopolitica”.
A pesar de ser tan drástico en sus planteamientos, no se puede negar lo acertado en el estudio de Vigilar y Castigar, en donde describe las etapas de Suplicio, Castigo, Disciplina y Prisión; perfectamente aplicables a cualquier Estado, incluyendo Guatemala.
Con un sistema carcelario abarrotado, sin procedimientos de reinserción, sin personal capacitado ni bien pagado; las prisiones introducen a las personas a estructuras delincuenciales más que lo contrario. En conclusión, ambos planteamientos son producto de realidades y culturas específicas como lo son Francia y Alemania posguerra, difícil de aplicar en Guatemala hoy en día, pero muy útiles como herramienta de análisis.