Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El pleito que armaron Mario Taracena y el diputado Fajardo es una muestra fehaciente de que no hay peor cuña que la del mismo palo y que cuando entre bomberos se machucan la manguera, se vuelve un pleito de todos los diablos. Y es que durante años esos dos personajes del partido fundado por los Colom-Torres fueron compinches haciendo las mismas torerías y se conocen perfectamente uno al otro, por lo que cuando se producen un enfrentamiento es natural que salgan a airearse en público abundantes trapos más shucos que el papelito aquel de Sinibaldi.

En el Congreso no hay niños vestidos de primera comunión y cuando Taracena destapó la forma en que se forran de pisto varios diputados colocando a su parentela, amistades y hasta amantes, era natural que se armaría la de San Quintín porque al tocar esos intereses no hay compañerismo que valga ni siquiera razón y entendimiento. Cualquiera con dos dedos de frente tenía que entender que la jugada de Taracena era hábil, para oxigenar un organismo desgastado por la corrupción y la impunidad, pero puede más el interés dinerario que el sentido común y por ello es que hasta sus compañeros de partido se han alzado en su contra, no obstante que ya les había cumplido colocando a varios de los que supuestamente serían altos funcionarios en el gobierno de la jefa, la figura eximia de la vieja política, y por ello es el virulento ataque que no se limita a calificarlo como un estúpido, sino que traerá enorme cola.

Fajardo es un tipo que ha sabido sacar raja de su posición política como incondicional de Álvaro Colom, primero, y luego de Sandra Torres, tan pronto como se dio cuenta que la que realmente mandaba era ella porque no sólo tenía la sartén por el mango, sino especialmente los pantalones que le quedaban guangos a su marido. Si alguien entiende lo que es el poder para ir colocando parientes en importantes puestos ha sido el señor Fajardo y él mismo, según Taracena, se había beneficiado con 39 plazas en el Congreso de la República.

Pero debo recordar que hace algunos años escribí, cuando Fajardo dictaminó en contra de la aprobación de la CICIG, contradiciendo en apariencia el compromiso que había asumido Colom con la comunidad internacional, que él respondía a intereses muy oscuros relacionados precisamente con la gente más tenebrosa del poder militar, los mismos que luego fueron procesados por desviar dinero del Ministerio de la Defensa en su propio beneficio en el gobierno de Portillo. Y es que el atentado que se cometió contra mi hijo, que le valió el exilio y condiciones muy difíciles de vida junto a su familia, fue celebrado en la casa de este diputado según información que en su momento nos trasladó gente del Ministerio Público que luego no quiso entrarle al caso, como era nuestra intención, por considerar que eran demasiado peligrosos.

O sea que debe recordar Taracena que no está jugando con niños de teta y que cuando le dijo “estúpido”, Fajardo debe haber tenido mil cosas en la mente.

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