Estimado Alfonso:

Tanto usted como yo fuimos entrenados a salvar vidas, pero sobre ello, a hacer lo correcto.

Durante décadas, la salud pública, entendida como un derecho ciudadano y una actividad, ha estado sujeta a peligros y restricciones. Las formas de gobernarnos que hemos tenido como garantía para lograr satisfacer ese derecho, han sido una gran mentira en cuanto a esperanza de gozar de salud para la mayoría de la gente.

Y ¿sabe por qué?, porque ningún gobierno se ha consagrado en atender al pueblo por el pueblo.

Y ¿sabe por qué? porque no creemos en la libertad humana ninguno de los bandos: ni el que gobierna y dirige, ni los gobernados.

Y ¿sabe por qué? porque no creemos en el gran pacto, «todos los hombres somos iguales».

Y ¿sabe por qué? porque tampoco creemos que todos tenemos derechos inalienables: la vida, la libertad, la búsqueda de la felicidad y que para asegurar eso han sido instituidos los gobiernos.

En la Constitución, en las leyes, resalta el espíritu de «participación» y «el beneficio de todos» pero (y lo más grave) para su cumplimiento, se interponen «privilegios, exoneraciones» lo que echa al traste el espíritu constitucional.

Privilegios y no beneficios para el ciudadano es cuando éste antepone sus deseos y placeres por delante de alimentos, vestidos, educación y satisfacción de necesidades para los suyos.

Cuando rompe con las normas y las leyes. Privilegios en un Estado y gobierno, es tener y tolerar personal incapaz e incompetente en puestos en que no dan la talla, únicamente para saldar una deuda de campaña o de otra naturaleza.

Privilegios en una administración pública, es conceder licitaciones y concesiones violando la ley, para lograr dividendos y ganancias ilícitas en la operación.

Privilegios es provocar exoneraciones en una desleal competencia entre empresas, empresarios y adjudicación de bienes nacionales en favor de pocos y en contra de muchos.

Y lo peor en toda esa serie de «privilegios», no permiten un Estado de Derecho.

Ante un estado de privilegios lo peor es «callar todo lo que acontece». Esto es lo que ningún ministro se ha atrevido a superar, entendiendo mal el pacto, pues se es fiel al que lo puso a uno, pero no al que le paga a uno. En un puesto público, el verdadero pacto de un funcionario es con el ciudadano a través del cumplimiento de la ley y de los procesos de su acción. La democracia sólo se fortalece, con funcionarios fieles alineados al principio del derecho y no a los caprichos y deseos del jefe.

Los ministros y funcionarios que le antecedieron, conscientes de las necesidades, no del pacto democrático, crearon programas, proyectos y principios administrativos muy valiosos, que pueden mejorar la forma de hacer salud pública y los tallaron en planes que de haberse implementado, hubieran sido de gran utilidad; pero su error fue no haber extinguido «privilegios» dejando la teoría del pacto sólo en concepción, trabajando fuera del mismo.

Y ¿sabe por qué ha fallado todo lo que se ha propuesto, o no ha tenido continuidad? porque los dirigentes de lo público se conforman con el medio (poder, prestigio, posición) y se olvidan del fin (la salud del pueblo).

Y ¿sabe por qué? porque todos somos tolerantes e inconsecuentes con la «libertad política». Los funcionarios y los ciudadanos no la vivimos y de esa forma, todos los grandes marcos de las instituciones de Estado, son simplemente teoría, ya que las otras libertades que le darían viabilidad a esas teorías, no se pueden ejercer sin creer y actuar dentro de lo que obliga la libertad política.

¿Qué ha imperado? pactos fuera de la ley, de la alianza política y civil, que no le entran a las causas y los problemas, sino a satisfacer y utilizar medios y servicios como botín y crecimiento personal y ¿por qué le digo esto? porque eso es lo que se ha hecho por décadas y el resultado son muertos que han quedado atrás en los libros de estadísticas y muchos de ellos fuera, sin voz ni derecho a la vida «se salvaron vidas, pero se condenaron muchas».

El civil y el funcionario, echamos en la parte trasera del alma con facilidad, la idea de que existe un derecho y una justicia en abstracto, que dictan los principios de la dignidad y el decoro humano. Usted debe «limpiar casa», eso mandó la gente en las plazas y eso implica trabajar sobre personas y procesos, pues el hecho de que un sistema no funcione, no obedece más que al mal funcionamiento de esas dos cosas, no a la falta de planes, no se distraiga en estos, están engavetados ¡sáquelos!

Sí -y ¿mi libertad política?- me puede preguntar usted. No quiero eso entenderlo como compromiso con los que le llevaron al puesto, pues éste es el gran mal del político de nuestro medio, ver sólo hacia un lado de la moneda.

Entiendo que el mandato fundamental que rige a una persona que llega a su cargo es y significa: «Eres responsable, tienes poder, y el poder te obliga a organizar lo que tienes bajo tu cargo, hacia hacer lo correcto y eso es, a hacer cumplir lo que indican los procesos constitucionales, institucionales» Sí eso le es vedado, señor ministro, cumplir con lo establecido en los procesos y si no lo dejan hacerlo ¡denúncielo! pues de esa manera, hace uso de la libertad que pide.

Hacer gobierno es ejercer libertad. Usted representa en el gobierno, los intereses de la nación, de la ciudadanía, en el tema de la salud, no de un presidente, de una asamblea o cualquier otra iniciativa y debe regir su actuar por procesos, no por voluntades y privilegios. Usted necesita dirigir una institución que trabaje dentro de un gobierno de derecho apegado a la ley y la autoridad legal y constitucional. Sin ley por encima de la política, su gestión va al fracaso, al olvido y algo peor: la corrupción se da y se mantiene, cuando la ley no es libre y las autoridades tampoco.

No le estoy recomendando ni pidiendo «caza de brujas» sencillamente que coloque en su lugar, lo que hay que colocar y eso se lo indican los procesos y la ley.

Estimado Ministro: usted debe convencerse que necesita libertad de algo, para hacer algo. Usted necesita libertad política, eso significa control para hablar, pensar, actuar, decidir, así como nosotros para decirle lo que vemos que hace bien y lo que vemos que hace mal, sin que eso se transforme en motivo de malestar para uno y otro.

Sé que lo que le motiva en su trabajo son individuos que viven encadenados a la única libertad que nadie pone en la picota: «la libertad de la miseria» que restringe otras libertades como la del trabajo, la educación, el acceso a bienes y servicios y todo eso afecta la salud. Use entonces su libertad académica en el consejo de ministros y en la prensa y adviértales: «La salud es la suma de las libertades y no su causa y para lograrla, es necesaria la libertad social y económica de la mayoría». Sin un mínimo de calidad de vida, no hay salud, de lo contrario, resígnese y siga tirando pisto en curación en lugar de salud, tal y como lo hicieron sus predecesores. Los otros ministros deben actuar a su lado, no es cosa de poder, es de prioridades. La salud no puede ser separada de las cuestiones éticas y sociales y por esa separación, es que no somos un pueblo sano y un pueblo enfermo, no progresa.

Bien quiero recordar unas palabras de Benjamín Franklin que vienen al caso «quienes pueden renunciar a la libertad esencial para obtener un poco de temporaria seguridad, no merecen ni la libertad ni la seguridad». El ministerio de Salud ha perdido su libertad constitucional y ha dado lugar a una gestión perversa, no sólo en lo económico sino también en lo laboral, limitando aún más las limitadas posibilidades y recursos que tiene. Finanzas y trabajo sin controles legales y éticos, llevan al fracaso los mejores planes. Hay que liberar primero el sistema para que la maquinaria funcione y le dejo un pensamiento de Keynes, aunque no soy Keynesiano, pero que es una gran verdad en estos momentos que vivimos «lo importante para un gobierno, no es hacer cosas que los individuos ya las están realizando, y hacerlas un poco mejor o un poco peor, sino hacer aquellas cosas que al presente no se realizan de ninguna manera».

Un abrazo fraternal
Alfonso Mata
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