Francisco Cáceres Barrios
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Las leyes del más fuerte, las de la selva, las del más largo, listo y chispudo y la de hacer cada quien lo que se le da la gana, son las que ordenan, dirigen, coordinan y mandan en el territorio de la otrora linda Tacita de Plata, como se le dio en llamar a nuestra ciudad capital y, como aquí todo se pega o contagia, los municipios de Quetzaltenango, Cobán, Antigua Guatemala y tantos más siguieron los mismos pasos. Hasta aquí llegó la politiquería y su consecuente anarquía, lo que se trajo al suelo las normas constitucionales que para ocupar un cargo público únicamente se debe atender a los méritos de capacidad, idoneidad y honradez. Estoy escribiendo sobre este tema, movido por el manifiesto interés del recién nombrado Comisionado Presidencial de Desarrollo Urbano, licenciado Enrique Godoy, por promover planes que ordenen el uso racional y ordenado de nuestro territorio.
Si bien es cierto que muchos expertos en la materia han escrito y tratado de hacer lo mismo, también lo es que siempre han chocado contra un muro tan empinado, que ni el mismo Jaime Viñals podría escalar. ¿Será que son tantos los intereses creados de los altos funcionarios que nadie ha podido cambiar el status a los largos de los dos últimos decenios? No me cabe la menor duda que esto es así y para colmo, se “pegaron a la rueda” los intereses de cientos o miles de particulares. Tengo un pariente que su cónyuge con buen criterio construyó su casa en una zona considerada como eminentemente residencial pero, con el paso del tiempo y el relajo territorial imperante, se fue transformando en área comercial, industrial y hasta de almacenamiento. Claro está, que aquel lugar tranquilo y apacible, se transformó en un pandemónium en donde la contaminación visual, auditiva y ambiental lo tornó en martirio. Esa es la inseguridad jurídica en que vivimos.
¿A quién perjudica entonces el relajo territorial? Pues claro, ¡a todo el mundo! En cambio, ayuda a los politiqueros y a la gente que solo ve el derecho de su nariz, pasándose el orden, progreso y desarrollo por el arco del triunfo y, si a lo anterior le sumamos la creación por todos lados de asentamientos, la población está corriendo tremendos riesgos con la construcción de sus casas a la horilla de precipicios y hasta sobre zanjas de calles o carreteras. El panorama entonces, es todavía más lamentable. No basta con aplaudir la idea de empezar a poner orden, sino que la comunidad entera debiera volcarse en favor del ordenamiento territorial, ¿Será necesario un personaje al estilo de Ernesto Uruchurtu de México o será que dejándole la responsabilidad a las municipalidades es suficiente?