María José Cabrera Cifuentes
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La semana pasada estuvo en el país el presidente de la República de China (Taiwán) Ma Ying-jeou, quien se reunió con importantes funcionarios de gobierno con quienes renovó votos de buena voluntad y de estrechamiento de lazos diplomáticos.

En los últimos años, con las administraciones de Ma y de Xi Jing-Ping –República Popular de China- las relaciones tradicionalmente tensas entre ambas naciones mejoraron notablemente al tener una serie de acercamientos e incluso una histórica reunión entre ambos mandatarios que en aquel momento pareció significar una luz en el avance de la solución de las rencillas entre dichos países asiáticos.

Entre las acciones de acercamiento entre ambas y como una de las más notorias, se encuentra una tregua diplomática acordada entre las naciones, que consistía en la resolución de no quitarse aliados. Dicha tregua fue respetada y, a pesar de su informalidad, las dos Chinas se tomaron en serio su contenido hasta hace pocos días.

En 2013 el gobierno de Gambia, un pequeño país situado en África y que solía mantener relaciones con la República de China, anunció que rompería lazos diplomáticos con este último para emprender una nueva relación con la República Popular de China, acción que fue mal vista ante los ojos de ambos mandatarios habiendo rechazado China Continental la oferta de aceptar esa nueva alianza.

Ante este hecho, muchos de los países, 22 para ser exactos, que reconocen a Taiwán han quedado de manos atadas para cualquier intento de revertir este reconocimiento, pues el antecedente de que Gambia había quedado en una suerte de limbo atemorizaba a quienes se atrevían a imaginar un acercamiento con China. No obstante, el pasado 17 de marzo la relación diplomática entre la República Popular de China y Gambia quedó pactada, siendo esta la primera vez en 8 años que China acepta como socio a un aliado de Taiwán.

Ahora es preciso preguntarse las razones por las que surge este cambio en el proceder de la República Popular de China. A mi parecer, mucho tiene que ver con la derrota del Kuomintang en Taiwán y la llegada al poder del partido opositor quién llevó a Tsai Ing-Wen a la victoria electoral. Desde que el triunfo de Tsai fuera conocido, se especuló alrededor de un posible distanciamiento entre los países debido a la naturaleza profundamente nacionalista del Partido Democrático Progresista, que le sirviera de vehículo para ser electa.

La tendencia a la búsqueda de la independencia real de Taiwán será innegable y las implicaciones que esto tiene en las relaciones con China pueden ser anticipadas.

El asunto de las dos Chinas nos atañe directamente a los guatemaltecos debido al apoyo político que le brindamos a la República de China y que ellos nos retribuyen, al igual que al resto de sus aliados, generosamente. El planteamiento de repensar nuestra política relacionada con China cobra de nuevo importancia y el debate se vuelve menos infructuoso que hace solo unos días debido a la nueva posibilidad que el haber aceptado restaurar lazos diplomáticos que con Gambia significa. Es ahora el momento de evaluar la política de Guatemala con respecto a China.

Según mi punto de vista, hasta este momento sigue siendo de más provecho continuar formando parte de las filas de Taiwán, pero se debe tomar en cuenta la gama de acontecimientos que podrían ocurrir en el mediano o, no tan largo, plazo cuando el mundo, más allá de un mero reconocimiento diplomático, vea la existencia de una sola China. Por el momento, al igual que otros de los países que favorecen a Taiwán, no debemos alejarnos del camino hacia el fortalecimiento de los lazos económicos con China Continental, independientemente de con quién mantengamos relaciones diplomáticas. No obstante, no debemos olvidar la sólida amistad que la isla de Formosa nos ha brindado.

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