Martín Banús
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Es desde muy temprana edad, incluso antes de la edad escolar, que la idea sobre la llamada “Semana Mayor”, se fue formando en nosotros. Hoy resulta ser como un Frankenstein.
Un poco de aquí, un poco de allá; los rezos y el viacrucis con la familia; el catecismo introductorio para la primera comunión, aquellos cucuruchos que todos hemos visto presurosos por su turno, unos de negro, otros de morado; las impactantes procesiones y sus marchas tan conmovedoras, pero especialmente las vacaciones de la época que daba el colegio, etc., nos marcaron de alguna manera y nos dejaron esa huella de la guatemalidad, en aquel entonces, católica.
Con esa decepción, empero, que se va formando dentro de nosotros con el correr de los años, y con la ilustración relativa que también vamos adquiriendo, se da una metamorfosis del sentimiento religioso, vamos sufriendo poco a poco, un desengaño.
Nuestros respetos a todos los fieles que siguen los dictados específicamente de su consciencia más exaltada. Paras los demás, y nos incluimos, ¡qué farsantes somos!
Qué farsa más insolente que, en nombre de eso que llamamos la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección del Cristo, sean los bronceadores, las cervezas, las calzonetas y la pachanga, las que sustituyan al recogimiento, al perdón, a la penitencia y a los nuevos propósitos.
Nos parece que la misión de la cristiandad falló casi por completo. La misión de despertar la consciencia religiosa relativa a negarnos, a cargar nuestra cruz y a seguir a aquel que partió la historia en dos, ¡fracasó! Basta con echar una mirada al país y al mundo mismo, para confirmarlo. La transmisión del mensaje de salvación, es decir, aquella “Buena Nueva”, parece terriblemente perdida…
No nos cabe la menor duda, –a juzgar por el materialismo imperante en el hombre de hoy–, que no hemos comprendido el verdadero significado de aquel “Drama Cósmico”.
Releyendo un poco sobre la historia de la Iglesia católica, apostólica y romana, específicamente sobre Constantino y sobre el Concilio de Nicea, allá por s. IV, confirmamos lo que parece explicar aquella casi generalizada renuencia penitencial del católico de nuestros días…
La rama del cristianismo alzado al poder por Constantino, se funde con el paganismo y se degenera, se desnaturaliza de forma determinante. 17 siglos de agregados y recortes, como lo son los limbos, las confesiones, las imágenes, etc., nos dan la pauta para comprender cómo el hombre, aun con el deseo de salvaguardar la enseñanza, la paró degenerando, a su propia imagen y semejanza…
Mientras no se entienda que todo radica en nuestra invertida naturaleza humana, estaremos perdiendo el tiempo miserablemente. Son absurdos nuestros afanes por los bienes materiales, cuando olvidamos que “su reino” no es de este mundo…
La experiencia íntima trascendental de lo superior en la práctica individual, conlleva al verdadero fundamento de la Fe, que en el caso de la I. Universal, se tuvo que recurrir al dogma de fe… ¡O crees, o te quemamos! ¿Qué dicides?
La fría superficialidad humana de nuestros días es el resultado de la incomprensión de lo que aquel divino Maestro nos trajo. De ahí nuestro hastío por un mundo asqueante, que deslumbra y cautiva a los sentidos, pero que siempre nos decepciona más temprano que tarde.
Que tengan todos una tranquila y reflexiva Semana Santa, que descansen y que logren cargar las baterías para enfrentar un año que no ha iniciado nada bien…







