Félix Loarca Guzmán

La persecución que la Fiscalía de Brasil inició contra Luiz Inácio Lula Da Silva, expresidente de ese país, acusándolo de supuestos actos ilícitos, así como las manifestaciones del domingo para exigir la renuncia de la presidenta Dilma Rouseff, forman parte de un plan articulado desde el norte del continente, para desestabilizar a los gobiernos progresistas de la región.

Es el mismo formato aplicado en los países en donde existen gobernantes que son incómodos a los intereses de la Casa Blanca.

El régimen del presidente Barack Obama está impulsando una ofensiva para recuperar el terreno que su país perdió durante las décadas anteriores, como consecuencia de su política intervencionista en los asuntos internos de otras naciones.

La visita que Obama realizará a Cuba la próxima semana se inscribe dentro de esa ofensiva, como parte de los propósitos para reconquistar América Latina y continuar el saqueo de sus riquezas naturales iniciado hace más de cinco siglos por los españoles, ingleses, franceses, holandeses y portugueses.

La invasión a Guatemala en 1954, financiada por Estados Unidos, para derribar al presidente nacionalista Jacobo Árbenz, el derrocamiento del presidente de Honduras, Manuel Zelaya el año 2009, e incluso la caída el año pasado del presidente Otto Pérez Molina, forman parte del mismo guión.

Por supuesto que el régimen de Pérez Molina estaba muy lejos de ser progresista, pero representaba una piedra en el zapato, para los objetivos geopolíticos de dominación de Estados Unidos.

En ese contexto hay que situar las campañas mediáticas para debilitar a los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, luego de la instauración en Argentina de un gobierno títere al servicio de empresas transnacionales.

Se trata del nacimiento del nuevo colonialismo como le ha llamado el analista Alberto Maldonado, de Argenpress, la agencia argentina de prensa. Este colonialismo utiliza a la «oposición democrática» para realizar manifestaciones en contra de la corrupción, preparando el camino para un eventual golpe de Estado.

En estos países hay grandes riquezas naturales que interesan a la metrópoli, para mantener su posición hegemónica, como el petróleo, el gas, el oro, la plata, el aluminio, el níquel, el cobre, etc.

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