Juan José Narciso Chúa

José Lisandro Recinos Barro era su nombre completo. Su apodo cercano era Pepe, su apodo en el voleibol era Hueso. No sé cuántos años habrán pasado, pero cuando conocí a Pepe fue durante mis primeras incursiones en voleibol hace ya varias décadas. La ilusión de introducirse en este deporte era muy grande y no sabía las enormes satisfacciones que me iba a deparar, así como de las grandes amistades que me habría de generar.

En estos años del voleibol empecé jugando en la tercera división, que significaba la última de todas las categorías, con un equipo del glorioso Instituto Nacional Central para Varones, junto con buenos amigos como Walter García, el Pelón, César Palma y otros que ya no recuerdo; como siempre era un ambiente alegre, pero el equipo duró muy poco. Ahí me reclutó Alfonso Gordillo para el equipo que llevaba su nombre en la misma categoría. Jugábamos allá en San Sebastián y uno de mis compañeros era Julio Alonzo y no olvido a los hermanos Siam, el Pato (+) y otros que ahora no recuerdo.

Cuando se jugaba en el gimnasio, todavía se usaba el Teodoro Palacios Flores, significaba jugar en duela, una condición poco conocida por mí y por muchos que empezábamos en esos años. En estas jornadas pude saber del famoso Suchitepéquez, que era el equipo campeón de la categoría mayor, así que un domingo, me acuerdo, pude observar un juego Suchi contra el Práctico Moderno y me impresionó la calidad de jugadores de ambos equipos, pero en el caso del famoso Suchi, era imposible no observar a Pepe Recinos, en aquellas ejecutorias atléticas, propias de él, con unos remates increíbles. Habían otros grandes jugadores junto a él: Julio Crespo (+), quien posteriormente fue mi entrenador en la selección nacional juvenil; Julio Orellana El Zurdo, quien trajo a Guatemala el famoso Tiburón; El Seco Rosill, otro extraordinario jugador, Danilo González, Mario Solares (+), quien tenía una extraordinaria defensa; Nery Oliva y otros que ahora no recuerdo.

De esta forma empecé a seguir los juegos de la categoría superior y pude seguir de cerca la calidad de equipo del Suchi y otros equipos de mayor de ese tiempo. Con el tiempo pude subir de categorías y siendo muy joven aún, jugaba con carta de prueba en el equipo mayor del Alfonso Gordillo, hasta que mi gran amigo Víctor El Pato Mejía, me llevó a Santo Domingo y con este equipo nos constituimos en el relevo generacional de los equipos de abolengo y recuerdo en la final del lejano año 1975, dejamos fuera en la semifinal al propio Suchi y jugamos la final contra el Práctico Moderno y les ganamos 3 a 1, inolvidable.

En estos juegos pude conversar con Pepe varias veces y reconocer su enorme valía de persona y profesional, más allá de su enorme calidad de juego que lo hizo uno de los mejores jugadores de Centro América. Una vez jugando contra Suchi, con Santo Domingo, Pepe hizo una jugada extraordinaria después de dos bloqueos continuos que nos dejó admirados, el partido se detuvo un momento cuando todos los jugadores de Santo Domingo, nos dispusimos a felicitar esa enorme jugada de Pepe.

Tuve la oportunidad de encontrarlo eventualmente, pero el año antepasado coincidimos como profesores en la Universidad Da Vinci, en donde ambos impartíamos clases y platicábamos cordialmente cuando nos encontrábamos, y la última vez fue en diciembre del año pasado, cuando nos encontramos y platicamos, por supuesto, de nuestros tiempos del voleibol y Pepe empezó a recordar los grandes jugadores nuestros como Julio Alonzo, Héctor Centeno, Sergio Zuleta, Estuardo Khun y mi entrañable hermano Luis, La Licha Santacruz. Me recordó un juego que les ganamos 3 a 2, un sábado por la noche, creo que ese juego fue de su jugada extraordinaria. Nos despedimos y no sabía que sería la última vez que lo viera. Pocos días después me encontré con el Seco Rosill y le conté que acababa de ver a Pepe y me dijo, yo casi no lo veo. Ambos no sospechamos nunca que nos iba a abandonar tan prontamente.

Una triste despedida para el gran Hueso Recinos, hasta siempre Pepe.

*En octubre del año 2015, me chocaron en la zona 10, las personas con quienes choqué aceptaron su responsabilidad y se hicieron cargo de la reparación de mi carro por medio de su seguro El Roble, una buena actitud de ellos. El carro lo entré manejando a un taller llamado Quantum y me devolvieron mi carro en febrero de 2016, imagínese lector. Pero lo peor es que al final me manifestaron que mi carro tenía “pegado el motor” por falta de aceite, a lo cual les manifestamos que efectivamente tenía fuga y que no pretendíamos que eso se arreglara, pero resultaba inaceptable que se dieran cuenta de último y a pesar de la evaluación mecánica, no se hubiera detectado, sino hasta que ocurriera lo peor. Les manifestamos que el carro había entrado caminando y que así lo queríamos recibir. Nos generó suspicacia cuando preguntamos si la reparación tenía garantía y nos dijeron que no. Así que lo arreglaron únicamente para que pudiera salir del taller y al otro día se quedó parado. Me quejé por escrito en el momento de sacar el vehículo, pero nada ocurrió. Quiero hacer una protesta pública y expresar mi molestia por la falta de ética del taller Quantum, quienes irresponsablemente únicamente arreglaron el carro para que caminara un trecho y luego se descompusiera. Eso es inmoral señores de Quantum.

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