Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Ahora que se discute el tema de la soberanía en virtud del respetuoso, pero puntual llamado que hiciera el Nuncio Apostólico el jueves de la semana pasada, es necesario que, como bien dice Oscar Clemente Marroquín en su columna de hoy, fijemos una agenda nacional para que sobre ese deseo que establezcamos los guatemaltecos se sume la comunidad internacional y no al revés.

Al final de su columna, dice mi padre lo siguiente: “Mientras no entendamos que hay que sacudir al sistema, sin pedir permiso a los gringos o a cualquiera, no esperemos que nos traten de manera diferente”.

Y es bien importante recalcar el punto de que no debemos pedir permiso, pero en todo caso, para aquellos que no mueven un dedo sin que la Embajada Americana diga sí, es bueno recordarles lo que dijo Joe Biden, en marzo de 2015 en Villa Nueva.

Hablando de la renovación de la Comisión Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), dijo que el ente de la ONU debía ser renovado, “OBVIAMENTE ES UNA DECISIÓN SOBERANA, pero debe ser extendida si alguien espera que el Congreso de Estados Unidos haga un compromiso de millones para su compromiso de LIMPIAR EL SISTEMA. La Impunidad es un problema gigantesco en el Triángulo Norte”.

Limpiar el sistema y reformarlo en su totalidad debe ser nuestra prioridad y agenda, porque no tenemos otra opción, no tenemos más salida, pero es bien importante que entendamos qué quiere decir ese cambio de sistema porque el mismo no significa creer que porque se cumplió con los formalismos, la elección de las Cortes en el 2014 fue legal.

Cambiar el sistema no significa conformarnos con que se liberen los nombres de los empleados del Congreso, pero que no se diga ni pío de la ejecución del Listado Geográfico de Obras.

Cambiar el sistema no significa la reforma política que ahora detuvo el Congreso, porque aunque se apruebe seguimos a merced del financiamiento privado sin control, los comités cívicos no pueden postular diputados y a éstos los debemos elegir por planilla y no de forma personal; además, los partidos políticos seguirán siendo empresas disfrazadas.

Cambiar el sistema implica retomar las reformas al sector justicia para tener instituciones más sólidas; nuestro sistema de hoy, es un aliciente a la impunidad con un 97% de casos que quedan sin resolverse.

Cambiar el sistema significa darle cara vuelta a todo nuestro sistema de compras y ejecución del gasto público eliminando todo vicio o maña (fideicomisos incluidos), haciendo un esfuerzo integral por centralizar la compras; es una medida coherente si de verdad queremos cambiar la matriz fiscal del Estado y recuperar la moral tributara del contribuyente.

Si nosotros asumimos todas estas tareas como propias, podremos marcar el paso y no al revés. Si no asumimos el papel, nos pasará lo de las elecciones cuando grupos poderosos y la misma embajada nos dijeron que con el voto bajo las mismas condiciones estaba la solución y vean que ahora no solo estamos igual, sino peor que antes.

Es momento que los guatemaltecos digamos qué país queremos y cuánto estamos dispuestos a luchar y determinando eso, veamos quienes de la comunidad internacional se suman a nuestros esfuerzo de cambio para lograr un país en el que quepamos todos.

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