Adolfo Mazariegos

[…] La mayoría de partidos políticos en Guatemala, como ya referí con anterioridad, parecieran nacer y existir con un solo propósito: llevar a determinada figura a la presidencia de la república y colocar, obviamente, a determinadas personas en ciertos espacios del quehacer público que les ayuden a fortalecerse y lograr algunos recursos. La mecánica para ello, visto de una forma simplista (que no es lo ideal, por supuesto), es un proceso que puede dividirse en cuatro pasos: 1) Creación de un partido político: que además de la inversión implica la organización y la formación de estructuras con las cuales, en teoría, se cumple con los requisitos de ley. Usualmente en esta etapa el partido se da a conocer y a veces consigue sus primeras diputaciones al Congreso; 2) Fortalecimiento del partido: en esta etapa el partido generalmente tiene inyecciones económicas (¿?) que le permiten seguir creciendo y fortaleciendo su estructura, además posiciona un binomio presidencial y logra (por lo general) colarse a una segunda vuelta electoral, lo cual le permite, asimismo, constituirse en oposición; 3) Auge del partido: en esta etapa, si el partido logra su objetivo de acceder a la presidencia, se constituye en la primera fuerza político-partidaria del país. No obstante, en ese mismo momento inicia también un proceso de desgaste y de inevitable descenso; 4) Declive del partido: una vez el partido ha hecho gobierno, inicia ése rápido proceso de declive que generalmente produce su desaparición uno o dos períodos después de entregar la presidencia de la república pero que también, en ciertos casos, le permite llevar a cabo un proceso de auto reciclaje. Todo esto puede evidenciarse en los destinos que han tenido los partidos que han accedido a la presidencia durante los últimos períodos de gobierno. Hago énfasis en que estos cuatro pasos enumerados líneas arriba, son una mera pincelada a todo lo que implica un verdadero análisis sobre el tema y que, tristemente, a pesar de su imperante necesidad, no ha sido abordado concienzudamente y con seriedad en las “discusiones” (por ejemplo) de la pseudo reforma a la actual LEPP. En la práctica y a grandes rasgos, eso es lo que tiene Guatemala como sistema partidario. Por lo tanto, para que un partido de los existentes (o de futura creación) logre esa verdadera institucionalidad tan importante para la construcción de un sistema democrático y de un verdadero sistema de partidos que además le permita perdurar en el tiempo, debe democratizarse a sí mismo y promover verdaderos planes de país cuyos alcances vayan más allá de lo puramente personalista, de lo clientelar, de la ambición de poder y de enriquecimiento fácil (ilícito), y de lo simplemente cosmético en el ejercicio de la gestión pública (planes de gobierno), debe fijarse metas para el bien común, formar a sus bases, ser transparentes en la ejecución de sus recursos, etc. Por supuesto, habrá excepciones, pero, en términos generales, nos guste o no, esa es nuestra realidad innegable. Y algo hay que hacer.

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