Luis Fernández Molina

Cuando nació Mariano Gálvez la ciudad de Guatemala parecía una gran factoría con infinidad de obreros que febrilmente se afanaban en todas las calles. Se estaban edificando las casas de la Nueva Guatemala de la Asunción, cuyo traslado se hizo en 1776 tras los terremotos de Santa Marta que destruyeron la que pasó a ser La Antigua Guatemala. Mariano nació cerca de 1793. No se supo y al parecer nunca se va a saber la fecha exacta de su nacimiento como tampoco el nombre de sus padres biológicos; tampoco se determinó la razón por la cual dichos progenitores tomaron la deplorable decisión de dejarlo abandonado. Las versiones que más circularon murmuraban que era hijo de un alto eclesiástico, pero esto nunca tuvo fundamentos.

Varios hechos en la vida de Gálvez parecen extraídos de alguna novela más en su caso fueron reales. Desde el principio recuerda la saga del bíblico Moisés que fuera abandonado en una cesta de mimbre que flotó larga distancia en el Nilo hasta llegar a las manos de la hija del Faraón. Mariano fue abandonado igualmente en una cestilla que colocaron finalmente en el portón de la casa de doña Gertrudis de Gálvez; misma historia que, con pequeños matices, se ha repetido en muchas novelas y crónicas. La buena doña Gertrudis lo adoptó como hijo propio y de allí tomó este apellido.

El niño Mariano fue educado por religiosos en el Colegio San José de los Infantes y todo indica que era alumno aventajado. Es de suponer que sus primeras correrías era a través de las casas que se levantaban y para ver los avances en la construcción de la colosal Catedral Metropolitana en el lado poniente de la gran Plaza de Armas. Sus primeros amigos habrán sido jovencitos del círculo social más importante de la capital del reino de Guatemala.

Pero el adolescente Mariano vivió en una época muy agitada. Las primeras noticias que habrá escuchado -acaso sin entender- daban cuenta de las tropelías que se estaban cometiendo en Francia, donde habían tenido la osadía de decapitar al rey y la reina y si ello no fuera suficiente habían constituido la que llamaban República Francesa. ¡Increíble! ¿Hasta dónde iban a llegar esos monstruos enemigos de la civilización? Luego Mariano pudo acceder directamente a los avances de un pequeño general francés que había puesto orden en esa parafernalia social pero estaba conquistando a los demás reinos europeos. Hasta España, nuestra madre España había sido invadida por ese engendro del demonio. Había destronado a su majestad, el rey Felipe VII y en su lugar colocó a José Bonaparte, hermano de aquel bárbaro.

Para ese entonces, Mariano tenía unos 18 años y era un joven muy despierto e inteligente, por lo mismo muy al pendiente de las noticias políticas. Guatemala era entonces una parte, un apéndice, del gran imperio de España que tenía su sede en Madrid donde ahora gobernaba el francés. Se recibían también noticias, allá por 1810 del levantamiento que se estaba extendiendo en todo el territorio Mexicano. El país del norte estaba en guerra pues los españoles mandaron contingentes para reprimir los intentos independentistas. Muy parecidas las crónicas que llegaban del Perú, Colombia, Chile, la Argentina. En fin, toda la América Hispana era un caldero en ebullición, era un mundo en transformación en el que Mariano quería ser protagonista.

Inclinado por el derecho y las letras Mariano se inscribió en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos cuya sede se encontraba a pocas cuadras de distancia de su casa.

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