Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Hechos como el bombazo del domingo, que dejó dos muertos y más de 15 heridos, además de indignarnos nos deben hacer entender que este sistema de impunidad que durante años han construido los mafiosos con nuestra permisividad e indiferencia, es una mezcla perfecta.

Y digo lo anterior porque la impunidad apuntalada es la que permite que en Guatemala reine la cultura de la muerte, esa que a base de plomo todo lo resuelve; es la que permite descuartizar a un ser humano para “mandar un mensaje” y explotar una bomba que afecta a inocentes víctimas a las que ya de por si la vida no les sonreiría con muchas oportunidades.

Pero, además, es esa misma impunidad la que permite que los ladrones que no son de armas, se roben millones de las arcas nacionales, ya sea de manera descarada o mediante negocios estructurados con cuello blanco; hechos que le han terminado robando oportunidades y el futuro a cuánta gente, al igual que la violencia.

Y es que hay que entender que entre los mareros y/o sicarios y los ladrones de cuello blanco que hacen dinero mediante negocios con el Estado, si bien no hay un parecido físico (salvo algunas excepciones), sí hay un trabajo conjunto para debilitar todo esfuerzo que pretenda erradicar el sistema de impunidad.

Ambos necesitan instituciones débiles que les permitan sus fechorías sin mayores consecuencias, y así poder seguir viviendo como jefes en el reinado de la impunidad. Unos necesitan la falta de institucionalidad para que sus asesinatos y extorsiones queden impunes y otros, para que sus negocios nunca sean investigados.

Hay tantas muertes que no alcanza el recurso para investigarlas todas a fondo, y lo mismo pasa con los negocios, pues son tantos actores y tantos focos de corrupción que es imposible abarcarlos todos, especialmente cuando vivimos en un país que asfixia financieramente a sus entidades del sector justicia (tribunales, MP y PNC).

Por eso es que nunca antes ha sido tan importante que usted dimensione los efectos de la impunidad y de este sistema que fue creado por un pacto entre elites para repartirse un botín que antes no tenía tantos actores.

Guatemala no podrá cambiar, no podrá erradicar esa mezcla perfecta de muerte y corrupción en total impunidad, a menos que cambiemos las reglas del juego y eso pasará sí y solo sí usted decide darle vuelta a esta realidad ejerciendo una ciudadanía más activa, pero más comprometida con los cambios estructurales que necesita nuestro sistema.

Mucha gente se escandalizó con los atentados terroristas en Francia, pero lo del domingo no generó la misma conmoción y las redes fueron un buen indicador de ello; al revés pasa con los negocios, pues los hueveos de los ladrones de menor pedigrí nos escandalizan, pero siempre encontramos excusas para justificar los negocios de los copetudos.

Qué duro ser víctima de la violencia, carecer de oportunidades en este país y ver que el sistema está hecho para eso, y lo peor de todo, que duro darse cuenta que a la sociedad no le importa.

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