Jorge Santos

No son pocas las veces que uno escribe desde el corazón, pero hoy lo hago con mucho más fuerza y contundencia, porque de nuevo el horror, el terror y el enemigo de la paz y la democracia se ensaña en contra de una mujer representativa de la vida, la esperanza, el amor por la humanidad, su pueblo y la naturaleza. Ayer la vileza materializada en la cobardía de dos sicarios, tras el manto de la noche, ingresaron a la casa de Berta Cáceres y le produjeron la muerte e hirieron gravemente a Gustavo Castro Soto compañero mexicano solidario y consecuente con las luchas de los Pueblos.

Cómo explicar tanta maldad, tanta vileza, tanto odio en contra de quienes defienden la vida, los ríos, la naturaleza, la justicia; cómo explicar la muerte de quien en vida luchó y defendió la causa de la felicidad y la construcción de un país y mundo mejor. Berta Cáceres era una mujer del Pueblo Lenca en Honduras, fundadora junto a otros y otras campesinas e indígenas Lencas, del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras -Copinh-; organización con la cual acompañaron la lucha y resistencia de la comunidades contra la imposición del capital privado que pretende expoliar y saquear sus recursos naturales.

Berta, al igual que muchas y muchos defensores de derechos humanos de nuestra región, luchan porque los pueblos tengan el derecho legítimo y legal de una consulta libre, previa e informada tal y como lo establece el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo -OIT-, antes de la imposición de cualquier proyecto de carácter extractivo en sus territorios. Berta Cáceres junto a Copinh acompañó la histórica resistencia del Pueblo Lenca por la instalación en el Río Gualcarque de una hidroeléctrica, la cual iba a ser construida por la empresa china Sinohydro, la que iba a gozar del tradicional préstamo para este tipo de proyectos del Banco Mundial.

La lucha de Berta, las comunidades y Copinh para hacer valer la protección del Río Gualcarque, el cual es considerado sagrado para este Pueblo ancestral, le valió ser reconocida con el Premio Goldman en abril del año pasado. Sin embargo, este hecho, aunado a la resistencia que ella impulso para detener la barbarie del Golpe de Estado acaecido en 2009, le costó también ser objeto de muchas amenazas de muerte en contra suya, sus hijos, su madre y su entorno cercano, amenazaron con violarle, le difamaron y nunca lograron acallar su voz, su resistencia y su lucha.

«¡Despertemos! ¡Despertemos Humanidad! Ya no hay tiempo. Nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de solo estar contemplando la autodestrucción basada en la depredación capitalista, racista y patriarcal» fueron palabras que nos dejó como herencia esta digna y valiente mujer que no callará, que no cesara su lucha y que desde otro lugar cercano seguirá acompañando la resistencia del Pueblo Lenca y de todos aquellos pueblos que buscan la construcción de sociedades capaces de coexistir de manera justa, digna y por la vida.

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