Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

El sector privado de Guatemala tradicionalmente ha tenido incidencia en los temas nacionales y son el grupo de poder que siempre tendrá un lugar en la mesa de discusión y además, han tenido, tienen y tendrán acceso a todas las esferas de decisión.

Y dada esa realidad es importante preguntarles ¿cuál es el país que desean y bajo qué sistema pretenden que se desarrolle? Tras los acontecimientos del año pasado, me llamó la atención que en lugar de pedir cambios de fondo al sistema, los empresarios se aferraron al discurso de que había que ir a votar con alegría para cambiar a este país y luego dijeron que fuimos un ejemplo para el mundo.

¿Cuál fue el resultado? Salimos de Manuel Baldizón y de Sandra Torres pero quedamos en manos de un Congreso totalmente legitimado por el voto en masa (que promovió el mismo empresariado) y que se resiste a cambiar las reglas del juego, pero con una capacidad bárbara para hacer creer a la mayoría que algo está cambiando cuando la realidad es otra.

Y ahora que se discuten las reformas a la ley electoral y de partidos políticos, salvo lo declarado el martes a La Hora por Nils Leporowski, contra contratistas que financian a los partidos, no hay una incidencia de mayor peso de parte de los empresarios organizados, no digamos propuestas serias para erradicar el financiamiento privado de las campañas que es el gran cáncer de nuestro sistema.

Cuando se estuvieron discutiendo las reformas a la Ley Orgánica del Ministerio Público (MP) tampoco se escuchó su voz, ni siquiera ante la grave amenaza que representó una enmienda presentada por diputados allegados a las mafias de “shumos” y ladrones de cuello blanco.

Ellos, junto a miles de otros grandes, medianos y pequeños empresarios, son responsables en buena medida de la solidez de nuestra macroeconomía, lo cual es bueno, pero no es suficiente porque no estamos siendo capaces de que ese crecimiento se traduzca en más y mejores oportunidades para todos, en especial los pobres de este país. Nuestra economía ha crecido en los últimos años cerca de 4%, aunque la pobreza creció en 8.1%. Publicación de La Hora de fecha 11/12/2015.

Todos los que trabajamos duro para vivir y para generar ingresos para otras familias, sabemos lo que significa pagar impuestos y que se los roben y por eso es que en lugar de dejar que la moral tributaria nos haga incumplir nuestras obligaciones fiscales, debemos usar esa triste realidad como motor para incidir en un cambio de sistema que se traduzca en normas de transparencia y castigo a los corruptos.

Y es que se deben unificar criterios porque se reclama por el salario mínimo, pero se clama por uno diferenciado; se reclama que algunos grupos pidan ser atendidos y pidan una ley de desarrollo rural, pero cuando cae la roya se clama al Estado que haga su papel salvador.

Se piden y logran los beneficios fiscales, pero sin normas que permitan medir su impacto para asegurar proyección social.

El sector privado ha dicho que creen que la ley electoral se debe reformar, pero que hay puntos en los que no están de acuerdo y ahora es el momento en que deben alzar la voz con total fuerza para incidir en el tema del financiamiento electoral, uniendo esfuerzos con todos aquellos que creemos que ese es el padre de los males de nuestro sistema.

Hay quienes no les interesa un cambio de sistema porque le sacan raja a las formas en las que se hacen la cosas en el país, pero no son todos los empresarios y por eso, ahora es cuando hay que marcar diferencias e incidir con todo el poder que se tiene si en realidad queremos una Guatemala en la que quepamos todos y que eso se traduzca en prosperidad para las partes media y baja de la pirámide, pues eso será lo único que hará que Guatemala no reviente.

Artículo anteriorEE.UU. dona US$1 millón para sede de Cicig en Quetzaltenango
Artículo siguientePróxima magistratura de la CC