Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“Quien no sabe gobernar es siempre un usurpador”
Carlo Bini

Guatemala tiene un sistema eminentemente presidencialista, en el que uno de los poderes lo dirige un Presidente electo por la población en general, a diferencia de los otros dos poderes, que son colegiados, este es unipersonal, ya que sus funciones así lo delimitan en la misma Constitución, por lo que si lo vemos en teoría es un ultrapoder, solamente fiscalizado por la población, como ya ha quedado demostrado.

En menos de dos meses podemos observar que el Presidente no gobierna, situación repetida tantas veces a lo largo de nuestra historia, pero no por ello, ni de muy lejos, lo ideal o deseable por la población.

Durante nuestra reciente historia, (desde 1954) hemos tenido presidentes, pero no Jefes de Estado, ya que alrededor de la figura presidencial se han formado feudos que responden a intereses particulares, los cuales han cambiado algunas veces de apellido, más no el fondo de nuestra situación, porque el inquilino de Casa Presidencial es la figura simbólica, sin embargo, unos no saben hablar y otros aceptan por conveniencia, que terceros sean los ventrílocuos y que, además, sean quienes llevan las riendas reales del poder, con fines para nada generales, ya que el individualismo es la ideología perfecta de los mismos, por lo que los dieciséis millones y pico de habitantes somos la parte baja del conjunto, pero solamente como peones, porque el rey no es quien creemos, no hay un rey, es un grupúsculo al que protegen todas las demás piezas de este nuestro ajedrez.

Conforme nuestra “democracia” evoluciona lentamente, así se hacen cada día más evidentes los verdaderos poderes fácticos que siempre han existido, pero dos fenómenos muy importantes han sucedido: 1) Los de siempre se han descarnado totalmente, por lo que ya no les importa en absoluto, disfrazar esa forma de ejercicio real del poder y 2) Tienen que compartir el total del mismo con otros hasta hace algún tiempo emergentes, pero hoy ya un poco más arraigados, aunque, se encuentran escondidos tras otros, utilizados como “mulas”, (Argot utilizado en ese submundo).

El problema del país, que es el que debe interesar a por lo menos una gran mayoría, es vivir y percibir, como poco a poco la figura presidencial se va diluyendo, dentro de esa amalgama de intereses que cual medusa aprisionan y enceguecen a los funcionarios en turno, convirtiéndose unos más pronto que otros en verdaderas representaciones teatrales de lo que debió ser, pero no fue.

Mientras tanto la población clama por cambios de fondo, pero deben tomar en cuenta los dueños de la finca, que el clamor ya no se da hincados, ese clamor que pudo haberse percibido como sumiso, se ha levantado, y ya no es silencioso, de voz en voz, ésta va subiendo de tono y pueden ser gritos o transmutar en acciones materiales, porque cuando el derecho no funciona se llega al hecho.

La gobernabilidad es ya una utopía, el Estado es simbólico nada más, pero uno de los elementos del mismo (población) se encuentra desilusionada y cansada, pero no cansada de luchar, está cansada de aguantar, por lo que todos los poderes que nos han oprimido y tanto mental como psicológicamente vejado, deberían analizar sus propios actos, ya que como un sabio dicho popular expresa: “Líbreme Dios de las aguas mansas, que de las bravas me salvo yo”. Dicho aplicable a nuestra sociedad, siempre recibiendo órdenes de adentro y de afuera, presiones de todo tipo para cumplir con agendas de otros, pero altamente cansada de seguir en posición de rezo, que para rezar ya no estamos, estamos lo suficientemente maduros como sociedad para entender que tenemos derechos, los conocemos y los aplicaremos más pronto que tarde.

De una u otra forma queremos hacer uso de nuestra libertad para forjar nuestro camino.

Artículo anterior“EL JUEZ CONSTITUCIONAL Y SU GRAN RESPONSABILIDAD”
Artículo siguientePor una Guatemala sin Parlacen