Adolfo Mazariegos

[…] La institucionalidad de un partido político es algo que debe nacer desde el interior de su propia organización, muy poco es lo que puede hacerse en ese sentido desde afuera (salvo, por supuesto, aquello que esté establecido en el marco jurídico del Estado y que da vida a organizaciones de ése tipo. Sin embargo, es importante hacer ver el hecho de que no es lo mismo hablar de la institucionalidad del Estado en sí, que de la institucionalidad de un partido político en tanto grupo organizado dentro del Estado). La institucionalidad de un partido político va amarrada a la misión y visión del mismo, lo cual debe ser congruente con su ideología, con sus planes de trabajo y con sus objetivos. En ese sentido, Guatemala ha visto desfilar por su escena política (de 1985 a la fecha) partidos cuya tendencia ideológica puede enmarcarse fácilmente en un muy poco fundamentado y variopinto abanico de posibilidades, que van desde la izquierda vestida con un traje anacrónicamente revolucionario, pasando por una tendencia pseudocentrista prácticamente inexistente en el país, hasta una derecha descontextualizadamente populista; es decir, “aparentemente” hay de todo. Una forma inadecuada de vestir a un partido político lo hace poco consistente en sus valores, poco realista, poco congruente con las necesidades y obligaciones que debe asumir, y, por lo tanto, permeable y susceptible a vicios de todo tipo, lo cual se constituye en una de las principales falencias que provocan su falta de institucionalidad. Esto, sin contar el hecho de que, en la mayoría de casos, los partidos políticos son vistos y creados como empresas, no como colectivos sociales mediante los cuales (como ya apunté en su momento) se puede coadyuvar a mejorar distintas áreas de la vida cotidiana de un país entero. En Guatemala no ha existido (por ejemplo) un partido que logre llevar a sus candidatos a la presidencia por dos períodos consecutivos (ni alternos), y no hablo de los procesos electorales o de los medios (legales o ilegales) que se puedan utilizar para ello, sino de la identificación que la ciudadanía pueda tener por un partido u otro y que le permita perdurar a través de los años, al punto de que con sus correctas acciones y cumplimiento de las expectativas ciudadanas, una vez que ha accedido al poder, logre mantenerse por dos o más períodos de gobierno. Es evidente que a los partidos políticos guatemaltecos no se les ve como verdaderas instituciones de derecho público, y eso se debe, además de lo ya mencionado, a que en Guatemala los partidos parecieran nacer exclusivamente con la intención de llevar a determinado personaje o figura a la Presidencia de la República, a través de un sistema de cuatro pasos que ha resultado ad hoc en función de dichos objetivos, mismos que detallaré en la siguiente entrega, pero que enumero brevemente a continuación: 1) creación de un partido político; 2) crecimiento del partido; 3) auge del partido; y 4) decadencia y desaparición del partido […]

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