Alfonso Mata

Una revisión de los gobiernos de ayer y de hoy basados en la constitución, debería tocar al menos tres temas básicos: preservación del orden social, protección de los bienes del Estado y protección de la vida y la propiedad del pueblo. Resultado: no ha habido gobierno que pase sin ser reprobado. Razón de ello: nunca tuvieron el suficiente ánimo y deseo (mal llamado voluntad política) de atenderlos. Todos los gobiernos sí hubiesen querido, pudieron haber superado todos los obstáculos en su lucha contra los entes políticos, sociales y económicos, que se oponían y violaban la justicia, la libertad y los mandatos constitucionales y haber logrado ciertos éxitos, que en la actualidad sumados, tendrían a Guatemala en otra posición.

Esto quiere decir que lo sucedido gobierno tras gobierno, ha sido un esfuerzo por beneficiar a unos pocos, pero lo peor, ha sido a los mismos y este concepto, jamás ha muerto. ¿De dónde, echamos mano para cambiar la situación en que estamos?

En primer lugar, un gobierno honesto y representativo debería de llevar a un buen término la lucha contra los opresores. Pero lo que parece que se hace y de hecho hacen los altos funcionarios, diputados y jueces, es empeñarse obstinadamente en impedir la obra de construir una nueva patria, que tanto anhelamos la mayoría y cada día es más y más evidente, ahora a la luz pública, las maquinaciones (mangonean las leyes, aprueban prebendas, bloquean la justicia, violan la Constitución) para estrangular las fuerzas democráticas.

De dónde pues proviene tanta anticonstitucionalidad. El poder no se puede sostener sin “lacayos”, que son los elementos subversivos y saboteadores que salen y entran en los gobiernos, como Juan por su casa, “amañando” normas y leyes, al son que sus jefes les imponen y a éstos, los verdaderos mandamases. Es toda una estructura la que mantiene en secuestro la libertad política y los guatemaltecos deberíamos entender, de una vez por todas, que sin libertad política, todas las demás no se pueden dar: social económica, religiosa incluso académica.

Hoy en ciudades y el campo se cometen muchos delitos de diversa índole, que dañan la vida, la propiedad, los bienes y el desarrollo de la nación, sin que el Estado pueda perseguir a los usurpadores, estafadores y tramposos, que fundamentan sus adquisiciones y derechos, en leyes y dinero mal habido, eso en lo privado y en lo público; pero la lucha contra el desfalco y el robo al estado y la propiedad privada (secuestro y extorciones) no se ve que se haga. Vivimos una justicia y una ley en abstracto.

Si queremos ganar la lucha contra los delitos grandes y comunes, creo que debemos buscar y demandar un estado que se comprometa con el pueblo, con la ciudadanía y no consigo mismo; eso significa, un estado, que debe poner en acción a la ciudadanía, cosa que ningún gobierno ha logrado, pues solo con la fuerza de su organismo, no podrá llevar la lucha a feliz éxito. Si la ciudadanía se incorpora con ardor a esa lucha, ningún delincuente podrá permanecer escondido, será descubierto; pero para eso, se necesita un gobierno que establezca lazos con la ciudadanía, para combatir y prevenir.

La lucha no solo consiste en buscar y agarrar; enjuiciar y condenar; hay que educar y generar espacios para el desarrollo. Gobierno bajo la ley, gobierno por consentimiento y derechos civiles, es lo único que puede superar el actual desorden.

La ley ¡ay la ley! condena a un ladrón de naranjas en días, pero al estafador y ladrón del estado, lo protege, así como se oye, lo protege, y de eso, las gentes aprenden e imitan, pues la injusticia, hace presa fácil de la sociedad y cuando eso sucede, la individualidad impera y se violan impunemente los derechos sociales en aras, de satisfacer lo propio “a como dé lugar”. Con la presencia de elementos nefastos, pertrechados en intereses propios, no será posible asegurar los derechos, que el pueblo reclama desde hace casi un año, para rescatar el país. Es necesario entonces, mover y reeducar a la gente, para que tenga apego a la ley y eso significa su participación activa, su incriminación y la movilización de su ansiedad, en cumplir la tarea de ser y comportarse como ciudadanos. Necesitamos de gobiernos, realmente libres.

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