Estuardo Gamalero
«Los gobernantes se jactan de proponer y decretar leyes que servirán para protegernos: una ley para esto y una ley para lo otro. ¿Pero están funcionando esas leyes? No lo creo. Las consecuencias son asombrosas: la pérdida progresiva de las libertades del individuo».
Vince Vaughn
Un problema de nuestro sistema político electoral es que el filtro de las elecciones generales no ha logrado separar a la buena gente de la mala. Si lo que digo es verdad, resulta fácil comprender por qué buena parte del Estado termina integrándose con gente no idónea, incapaz y deshonesta.
En 2005, la desaparecida Comisión Presidencial para la Reforma y Modernización del Estado de Guatemala determinó que teníamos más de SESENTA Y OCHO MIL (68,000) leyes vigentes. La mayoría, de ellas, obsoletas por caducidad o inaplicables por disfuncionales. Muchas de esas leyes fueron elaboradas hace más de 100 años. Otras corresponden a épocas recientes: elaboradas por politiqueros inexpertos, que han venido atendiendo agendas particulares, internacionales, así como aspectos y presiones de coyuntura, que intentan regular situaciones específicas, concretas y personalísimas.
Ciertamente un escenario como el indicado, lejos de fomentar un Estado de Derecho en el cual prevalezca la justicia y la supremacía de la persona, acrecientan un Estado de Legalidad que se define por la forma y por los trámites que empoderan a la burocracia. Esto debería explicar el «invivible día a día» que los guatemaltecos tenemos con los procedimientos y el papeleo. Si el tema le interesa, lo invito a leer mi columna «Así es el trámite Jefe», la cual escribí justamente hace un año.
Desde 1986, bastantes diputados de cada hemiciclo legislativo han creído que su rol fundamental es «Decretar o Derogar Leyes» y miden su gestión por cuántas leyes aprobaron. En mi opinión, esa es una visión errónea. Cuando uno lee la Constitución Política, en el capítulo del Organismo Legislativo, encuentra el artículo 165, que establece las «Atribuciones del Congreso», luego habla de la Interpelación y después de las atribuciones específicas. Hasta ese punto, deberíamos (como mínimo), intuir que el rol fundamental del Congreso es el de representar la soberanía del pueblo y ser un fidedigno contrapeso a la gestión de los otros Poderes del Estado. Finalmente, el artículo 171 de Carta Magna, establece las «Otras atribuciones del Congreso», y es hasta acá en dónde se indica: «Decretar, reformar y derogar leyes».
Los dignatarios de la Nación deben entender que su función primordial no es andar aprobando leyes a diestra y siniestra. Su trabajo, parte de la premisa de representar adecuadamente al electorado que los llevó al Poder y a partir de allí, emitir leyes que siempre resguarden las garantías individuales y cumplan con ser generales, abstractas e impersonales.
No estoy sugiriendo que Guatemala no necesite de legislación para darle orden a las relaciones humanas y fortalecer a sus instituciones. Lo que sí estoy sugiriendo, es que ha habido reiteradamente gobernantes y grupos de diputados que con mayoría, logran negociar y decretar leyes que muchas veces tienen alguno de los siguientes vicios: a) corresponden a una agenda supranacional y son impuestas por miedo o fuerza; b) satisfacen un interés particular en detrimento del Estado de Derecho; c) Carecen de fundamento técnico y no anticipan los efectos negativos colaterales; d) Fomentan la informalidad del trabajo y la economía; e) desincentivan la producción y el desarrollo nacional; f) disfrazan temas de actualidad con un populismo que apela al resentimiento.
Los excesos de legislación destruyen la institucionalidad, pues provoca que tanto la administración pública como los tribunales de justicia se saturen con casos sujetos a la ambigüedad, lo cual genera inseguridad jurídica.
Si con mis palabras no he logrado convencerlo de mi preocupación, le pido que usted mismo trate de responderse las siguientes preguntas: I) ¿Qué leyes conoce, que hayan tenido un efecto positivo en el desempeño de la sociedad? II) ¿Qué tienen en común esas leyes? III) ¿Conoce usted el contenido de las leyes de moda que actualmente se discuten en el Congreso?
Tomemos por ejemplo «Las no sé cuántas reformas fiscales» en las que nos hemos visto envueltos en los últimos 25 años: asegurar que han sido un fiasco sería muy atrevido, pero decir que no han servido, se quedaría corto. Peor aún, es darnos cuenta que los mismos «gurús» que han impulsado las fracasadas reformas fiscales, lo único que lograron incrementar fue la evasión y la informalidad.
En Guatemala «hay leyes» muy buenas, que el tiempo y los resultados han demostrado su utilidad, pero también «ay Leyes» que nos han disfrazado de «Dulces», con la misma técnica que utilizó la Bruja del cuento «Hansel y Gretel».