Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

He escuchado muchas voces que se preguntan cómo, después de los acontecimientos del 2015, todavía hay diputados, políticos, funcionarios, empresarios, activistas sociales, sindicalistas, periodistas, jueces o magistrados, entre otros, que siguen recorriendo un camino contrario a la ley o queriendo modificar ésta para hacer difícil el trabajo de algunas instituciones (Ministerio Público) o asegurar la porquería existente (Ley Electoral y de Partidos Políticos).

Y la respuesta es muy sencilla, puesto que tras la renuncia de Otto Pérez Molina la gente pensó que con él se acababa la corrupción en Guatemala y por ende, unos días después millones de guatemaltecos salieron a las calles para ejercer su derecho al voto en el marco de unas elecciones que se celebraron al tenor de las mismas reglas y de un sistema de impunidad y corrupción; sí, unas reglas y un sistema que han permitido que nuestro país sea dominado por un puñado de mafiosos poderosos.

Y es que mientras el chapín no entienda que sin modificaciones al sistema nada va a cambiar, no tendremos futuro porque los políticos son sumamente hábiles y llevan años en este oficio como para asustarse con unas simples reuniones sociales en horarios que ni les molestan. Hasta se burlan de la movilización diciendo que son puros “paso y pedales”.

Por eso es que son importantes los llamados que han hecho grupos como #BastaYa y #JusticiaYa, puesto que éstos le han puesto el ojo al Congreso y no en días sábados en virtud que ya se dieron cuenta que ir a la Plaza Central es estéril porque los congresistas no sienten presión alguna para pensar en cambios que puedan sacudir al sistema.

Sienten tan poca presión, que hasta se atreven a intentar aniquilar a un Ministerio Público (MP) que goza del respaldo social; pero nos debemos preguntar qué tan efectivos hemos sido para mostrar ese respaldo, porque el hecho de que un puñado de diputados relacionados con rancias estructuras, se haya dado el tupé de querer castrar el MP, significa que no hemos sido eficientes para hacer escuchar nuestra voz.

Ayer lo decía Oscar Clemente Marroquín, mi padre, porque en Guatemala hay dos puntales del sistema y lo transcribo literal: “Pero los dos puntales del sistema tienen que ser identificados. El Congreso se sigue perfilando como el valladar insalvable para evitar que algo serio pueda realmente producirse en el país mediante una reforma que toque las raíces mismas de los procedimientos viciados, desde el financiamiento de campañas, donde todo se arregla y compromete, hasta las compras y contrataciones siempre amañadas.

El otro puntal, más importante aún, es la Corte de Constitucionalidad que ha cerrado la llave a todo esfuerzo por modificar lo importante, y cuya renovación está a la vuelta de la esquina. Al Congreso lo avaló y legitimó el pueblo en la última elección para que siga haciendo cochinadas. Ahora no podemos permitir que sea investida una CC como la actual, comprometida con el sistema”.

Entonces, para responder la pregunta planteada en el titular de esta columna, solo me limito a decir que se atreven porque nosotros no queremos o no sabemos cómo incidir para lograr los cambios y eso ha sido leído a la perfección por las mafias, que saben que hoy por hoy, sin presión ciudadana tiene la sartén por el mango.

Y lo que si queda claro, es que nadie podrá decir en el futuro que no sabía que las mafias seguían mandando en nuestro país en este 2016, porque somos varios quienes no nos hemos cansado de decirlo.

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