Roberto Arias

Respondí el teléfono el jueves recién pasado como a las once de la mañana. Se trataba de un entrañable amigo de hace muchos años. Después de los saludos correspondientes me dijo con una voz suave y calmada “Le llamo para participarle que mataron a la mamá de Florecita* y estarán en la funeraria Hinojos de la zona 10. Espero que pueda llegar para que participe con nosotros a darle ánimo a esta muchachita”. “¿Se refiere a Florecita de su oficina?” Pregunté asombrado. “Sí” me respondió con un dejo de tristeza. “Lo esperamos.”

Eduardo*, mi amigo, tiene un negocio próspero y hace cerca de un año y medio tomó los servicios de Florecita, quien frisa únicamente en los 20 años, para que le dé asistencia a su secretaria con asuntos de diseño y computación. Ella es una joven sonriente y amable a quien siempre se le ve feliz, como a las chicas sanas de su edad que quieren superarse y seguir en la universidad, ganándose la vida con un trabajo adecuado.

La madre de Florecita, según supe, desde hace varios años tiene un pequeño negocio en las cercanías de una de las terminales de autobuses que hay en la Capital y, la hermana de Florecita tuvo un conflicto con algunas chicas que deambulan por el sector. El problema se hizo grande porque intervinieron otras personas y, finalmente las muchachas que deambulan por allí, dentro de su cólera amenazaron a la hermana de Florecita y a su madre. Les dijeron que las matarían.

Pasaron el domingo 14 de febrero, el lunes y martes 15 y 16. El miércoles 17 por la tarde, llegaron los asesinos y le metieron cuatro balazos a la madre de Florecita en su negocio y los socorristas la llevaron en ambulancia a un hospital público, donde quedó en estado grave y murió el jueves 18 de madrugada.

El dolor desgarrador y profundo cayó como un bólido de fuego sobre esa familia trabajadora. Verdaderamente no existen palabras para expresar la tragedia en toda su magnitud. El horror; el terror; la impotencia; la impunidad; la muerte; el asesinato; el agujero negro e insondable donde cae una familia entera no contiene razón, no contiene lógica, no contiene nada.

Los deudos no podrán regresar a su casa. Saben perfectamente que si vuelven a su hogar, los asesinos estarán merodeando hasta acabar con ellos (Padre y dos hijas). Es sabido que hay autoridades que son aliadas y aun pertenecen a los bajos mundos donde se mueven esa clase de alimañas. Guatemala está en el fondo. Aun así hay quienes defienden que haya pena de muerte activa dentro de las leyes de Guatemala.

Para qué quiere la sociedad multiplicar asesinos que definitivamente tienen abolida la conciencia. Asesinos que llevan demonios entre el pecho y la espalda. Asesinos adoradores de Belcebú y de Luzbel que tienen su mente y su espíritu dentro de las profundidades avernales yuxtapuesto al maligno espíritu de Satanás.

La pena de muerte debe aplicarse de inmediato en Guatemala. Los Derechos Humanos deben efectivamente respetarse, pero en sociedades de seres humanos. Aquí domina lo bestial. Esto ya no es humano, es satánico.
*Nombres ficticios

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