Alfonso Mata

Esta es una sentencia necesaria de fijar en la vida social guatemalteca, en todos los estratos de la misma. Es también una iniciativa, que puede ayudar a instituciones y organizaciones públicas y privadas, a combatir los vicios y la corrupción que las afecta en lo financiero, económico y en lo productivo. Reformas en procesos y reactivación de la economía, son dos pilares que pueden derivarse de esta acción.

Todos debemos convencernos de que «No podemos sacrificar el ser y comportarse de la nación, por medio de privilegios”. Es fácil encantar a la gente con persecuciones parciales, pero es necesario deponer a políticos, funcionarios y empresarios, que han jugado con los privilegios, los cuales deben separarse de sus posiciones. En principio, ninguno está sobre los demás, el cumplimiento de eso, es lo único que fortalece una democracia.
El desafío debe ser: no más dinero, bienes y poderes mal adquiridos, que solo benefician a algunos. No más leyes y condiciones solo para algunos. Todo lo que producimos, tenemos que hacerlo y mantenerlo de manera justa y equivalente en derechos, si queremos llegar a ser competitivos, capaces y responsables. No más ejemplos de prebendas.

Para lograr un trabajo estatal y de gobierno sin privilegios, las máximas autoridades tienen que anular la aplicación de “dar a amigos o de la causa, puestos y responsabilidades” y revocar políticas y procesos clave, que están involucrados en ello, por otras que puedan favorecer espacios de oportunidad.

Para el caso de las áreas deprimidas rurales y urbanas, para darles a sus habitantes la oportunidad de producir, se necesita de dos apoyos claros: tecnología y la entrada al crédito. Las políticas y los recursos, son dos elementos que van de la mano para resolver el problema central: atraso del desarrollo a niveles impensables en un sigo XXI.

El desarrollo y el crecimiento, no puede lograrlo el Estado sin la colaboración del sector privado y es claro que el sector privado, no puede tampoco ser y transformarse en el empresario de ese desarrollo y crecimiento. Es precisamente la intransigencia en ese aspecto, lo que tiene de rodillas a Latinoamérica y especialmente a nuestra nación. Empresarios transformados en políticos para lograr privilegios y volverse empresarios del propio desarrollo; inconcebible en un régimen democrático.

El crecimiento y el desarrollo, también pasan por la infraestructura, infraestructura de todo tipo; eso demanda de mayor inversión por el Estado en lo social, que al contrario de lo esperado, se ha venido reduciendo.

Somos libres de crear trabajo, pero es la necesidad la que crea trabajo, son las necesidades de la mayoría, las que demandan de atención al respecto. La reforma de los arreglos institucionales, debería racionalizar los servicios, las transformaciones. La clase dominante, tiene que conseguir el consenso social, cortando quirúrgicamente privilegios y fomentando el “crecimiento social”.

A nadie escapa que «El sistema de negocios» para competir, debe producir un trabajo calificado, que provoque riqueza y debe hacerlo a través de disponibilidad y acceso a recursos, transformaciones y productos, centrándose eso en la justicia e igualdad. De tal forma, que hay necesidad de intervenir en la burocracia, mediante la simplificación de los procedimientos y facilitar el acceso al crédito y recursos con igualdad. Se necesita centrarse en un plan, para revitalizar la tierra y el medio ambiente, pensar en la energía, que de oportunidad a la gente, para explotar la Tierra y facilitarle el acceso a ella.

El público tiene sentido del humor, se ríe de los políticos privados del mismo, y se equivocan los que creen que no conoce las maniobras del privilegio. Las conoce desde hace tiempo y cuando tiene oportunidad se montan sobre ellas. El pueblo actualmente sabe que solo a base de privilegios, se logra algo; lo que no sabe es que se empieza así con la excusa y se termina siendo parte de ello y actuando para caer en “que culpa tengo yo”. La culpa la tenemos todos y lo que queda es cambiar esa forma de manejarnos por la vida a base de empujones, que luego pasa a patadas y delincuencia. Es atroz para la democracia, gobernar con privilegios, es mantener un Estado preparado siempre a luchar, contra sus propios ciudadanos y consigo mismo en lugar de hacer gobierno y gobernanza.

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