Juan Francisco Reyes López
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Durante seis días, a través de los medios de comunicación internacionales, el mundo pudo compartir cada uno de los eventos de la visita oficial y pastoral que el Santo Pontífice, Francisco, realizara a la hermana república de México.
Desde su llegada al aeropuerto internacional del Distrito Federal se sintió la presencia de miles de miles de hombres, mujeres y niños que volcaron su alegría hacia la llegada del Papa, quien a pesar de sus casi 80 años de edad bajó con gran vitalidad, rompiendo el protocolo y saludando, no solo a las autoridades de gobierno y de la iglesia, sino a muchas mujeres y hombres que se les había permitido concurrir al aeropuerto.
El traslado que realizó en un vehículo abierto y sin ningún blindaje hasta la residencia del nuncio apostólico en esa ciudad, fue objeto de una espontánea bienvenida por cientos de miles de personas.
Al siguiente día, es sumamente importante señalar que por primera vez en la historia, el Papa, en su carácter de jefe de Estado, concurrió al palacio nacional y realizó una reunión con el Presidente y las máximas autoridades, produciendo con ello un claro acercamiento y un agrietamiento del Estado laico que en una época en México fuera tan radical que inclusive produjo guerras internas como la denominada “De los Cristeros”.
Tanto el Presidente como la Primera Dama y el Gabinete participaron muy efusivamente, donde el Papa evidenció su vitalidad al saludar a casi cien personas en dicho acto. Su mensaje fue político y moral, señalando que el Estado debe alejarse de la corrupción, y que debe preocuparse de cada uno de los seres humanos que habitan su territorio o que transitan a través de él. Su visita al Santuario de la Virgen morena, nuestra señora de Guadalupe, convocó a casi un cuarto de millón de personas y el gesto de pedir que se le permitiera meditar ante la imagen que la virgen le otorgara a san Juan Diego, evidenció nuevamente la gran humanidad y religiosidad del Santo Pontífice, que sin expresar una sola palabra captó la reacción emocional de todos los que estaban presentes y de quienes lo vimos a través de la televisión internacional.
Como una muestra de su gran preocupación por los seres humanos, el viaje del Santo Pontífice fue del sur al norte de México, en San Cristóbal las Casas fue sumamente importante ya que volcó su atención sobre los pueblos indígenas de esa región, que en una época fue parte del imperio maya.
Sus subsiguientes viajes, en el centro de México, permitieron a la juventud sentir su presencia y transmitirles una gran alegría y una motivación para manifestarse y reafirmar que la manera principal de reforzar a la juventud es mediante principios.
En su último día se desplazó a Ciudad Juárez, donde puso un especial énfasis en lo que debe ser el trato hacia los migrantes mexicanos y centroamericanos, el que la misa que celebró fuera atendida físicamente en dos estadios, uno de lado de México y otro del lado de Texas, fue nuevamente un señalamiento de lo que debe ser la preocupación a favor de todas las familias migrantes mexicanas, centroamericanas y de cualquier otra nacionalidad.
La conclusión que podemos expresar es que el Papa Francisco está dándole un gran vigor, una gran fuerza a la Iglesia Católica, especialmente en humanidad y principios.
¡Guatemala es primero!