Dra. Ana Cristina Morales Modenesi

En esta época es inconcebible que las personas, aún con cierto grado de educación y nivel sociocultural, consideren apropiada la subordinación de la mujer ante el hombre.

La mayor evidencia de que este debe ser el papel de ella es referido a las Sagradas Escrituras de quienes profesan alguna religión.

Hace poco tuve la oportunidad de escuchar un sermón brillante de un pastor de una iglesia evangélica, y aún apoya esta idea. Una reciente amiga, espero que aún lo sea, con mucho cariño me invitó a participar de lo que ella considera una de las tareas espirituales más nutritivas. Y me llevó pensando que yo podría ser candidata a ser adepta a su iglesia.

Yo no tengo nada en contra de las religiones, creo que tener fe en la vida es algo importantísimo que se ha descuidado para muchos. Pero me gusta la gente con espíritu crítico, que no acepta verdades porque sí. Me es grato el que se cuestione la vida, la filosofía y la religión.

Por ejemplo, una mujer musulmana, si enviuda, o si su hombre la deja, no puede decidir por sí misma trabajar y enfrentar la vida. Porque ello contradice el sistema de creencias.

Hay parejas que viven bajo el ordenamiento de la supeditación de la mujer ante el hombre. Y posiblemente no les vaya mal, sus hombres las respetan, son “buenos proveedores”, pero ellas a cambio, tienen que ceder incluso parte de quienes son, sus expectativas, sus sueños, anhelos e ilusiones. En nombre del amor y de las buenas prácticas religiosas y morales.

Les he de decir que las cosas cambian, de la vida de una y otra mujer. Considero que la mayoría de las mujeres han sido educadas para llevar una vida Frifri, y se la creen, hasta la disfrutan. Pero cuando surgen problemas de hogar o de vida ellas tienen que asumir roles que no eran considerados para ellas. Y entonces, surge la crítica social.

Me disculpo con mi amiga, que dulcemente me ofreció lo mejor que ella considera tener en la vida. Pero cada vez que yo levantaba la mano para corregir esta idea de la subordinación de la mujer en el hogar, ella tomaba distancia de su asiento, el cual se encontraba a mi par. Sin duda, creo que se arrepintió de llevarme. Y quedamente me decía, cállate hombre, luego te acercas al pastor y le hablas.

De mi experiencia ese día, no puedo decir que haya sido mala. El pastor un hombre bueno, carismático, inteligente, con capacidad de hacer sentir a las personas lo que es bueno e importante en la vida. No me quejo del discurso de la subordinación de la mujer como una ley a seguir según mandato de Dios. Ahí, indudablemente, sí me quejo.

Es que la verdad es que cuando una ha tenido muy de cerca el trabajo, los sentimientos y los resultados de esta declaración que se convierte en un elemento de desjuicio para que las mujeres toleren la violencia. Le crepita el corazón cuando lo oye.

El pastor y la congregación muy amablemente me invitaron a seguir asistiendo a su iglesia. Que conste que yo solo sabía que iba a una plática. Me agradó la actitud educada y respetuosa de los feligreses y del mismo pastor. Él me sugirió que al yo seguir yendo iba aprender mucho de sus prédicas, yo le respondí: que se diera cuenta, que él también podía aprender mucho de mi pensamiento crítico. Y que no me había desagradado oír su prédica, exceptuando lo que ya les comenté. Pero si seguía yendo, solamente iba a ganar la animadversión de los demás.

Pero agradezco la gentileza, y buen trato con el cual me encontré en ese lugar.

Y para concluir, desearía expresarme con palabras muy chapinas, aunque con alguna limitación, porque son consideradas “malas palabras”.

Muchas mujeres son educadas para ser mujeres Frifri en esta vida, pero de repente todo cambia, y les resulta que se las lleva la gran mujer.

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