Sin ánimo de defender al general Otto Pérez Molina o de condenar al abogado Frank Trujillo, hay que decir que el juez de Mayor Riesgo B, licenciado Miguel Ángel Gálvez, incurrió en una notoria y garrafal aplicación de doble rasero legal al decidir que el jurista quedara en libertad porque se presentó por propia voluntad mientras que al expresidente, quien hizo lo mismo y con más prontitud, le dictó auto de prisión preventiva. En el caso del abogado que es representante legal de la Empresa Aceros de Guatemala, el Juez valoró el hecho de que el sindicado acudiera por sus medios al tribunal, justamente lo que hizo también Pérez Molina en su momento.

Creemos que los fallos judiciales no pueden ser caprichosos ni arbitrarios y que se tienen que juzgar situaciones idénticas con igual criterio. Si hablamos de peligro de destruir evidencias, hay que sopesar quién lo podría hacer mejor, es decir si esa labor la puede desarrollar más fácilmente un abogado o un general del Ejército.

El argumento central del juzgador ayer para dejar en libertad al abogado Frank Trujillo fue la forma en que éste se presentó al tribunal por propia voluntad, hecho que ocurrió varios días después de que se supo de la orden de captura y de que se produjo la búsqueda infructuosa del sindicado de delito de defraudación tributaria. En el caso del general Pérez Molina, presentó su renuncia al cargo de Presidente de la República y acudió al tribunal para ponerse a disposición del juzgador por el delito de defraudación aduanera. En ambos casos existe también sindicación de otros delitos asociados.

Repetimos que no queremos prejuzgar sobre la inocencia del profesional del derecho beneficiado por la decisión del juez Miguel Ángel Gálvez, pero se puede suponer que más escaso era el peligro de fuga de alguien tan conocido como quien había sido hasta unas horas antes Presidente de la República. La voluntad de someterse a la jurisdicción penal fue más inmediata, en todo caso, de parte de Pérez Molina porque, repetimos, lo hizo de manera inmediata y sin querer ganar tiempo para hacer negociaciones o preparar mejor acuerdos que le permitieran quedar en libertad.

Nuestros jueces tienen que ser ejemplo de consistencia en la administración de la justicia porque precisamente por fallos que demuestran la existencia de distintos raseros para juzgar casos iguales es que hay tanta duda y suspicacia sobre nuestro sistema judicial. Es absolutamente indispensable que ante situaciones idénticas, se tomen resoluciones congruentes, aunque sean explicadas en tono cantinflesco. Lo otro despierta enormes sospechas sobre el proceder de la justicia.

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