Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Tras recibir la opinión de la Corte de Constitucionalidad, el Congreso se apresurará a aprobar las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos y mientras se produce un intenso debate sobre temas periféricos, en la que se apuntan sobre todo de los partidos y los grupos de presión que buscan intereses propios de su agenda, los temas puntuales de los vicios de nuestro sistema político quedan sin ser abordados.

Empezando por el tema del financiamiento de las campañas, en el que pueden participar sin límite los contratistas del Estado o quienes quieren serlo tras poner el pisto para ayudar a elegir a quien se ha comprometido con ellos. Constructores, vendedores de medicinas e insumos y cualquier tipo de contratista puede aportar sin límite y acaso lo único que se agrega es que se debe llevar contabilidad de esos aportes, pero ya sabemos que aquí los informes contables son de pacotilla y que el papel aguanta con todo. No hay una acción definida para modificar el tema del financiamiento y se permite que los grandes intereses económicos, los mismos que han secuestrado nuestra democracia ejerciendo control ya no sólo sobre los diputados sino sobre la misma Presidencia de la República, sigan siendo los que pongan el dinero vital para ganar elecciones en el modelo nuestro.

No digamos el tema de la forma en que se integra el Congreso de la República. En la última elección los ciudadanos querían depurar la política, pero con el Congreso no se pudo porque uno no elige al individuo que lo va a representar en el Organismo Legislativo. Vota por planilla y eso significa que aún si el elector logra meter a un ciudadano que valga la pena, junto a él entra todo el resto de la bazofia que conforma la planilla. Mientras no tengamos un modelo de elección distinto, en el que podamos elegir a una persona y no a la planilla que integran los directivos de los partidos políticos vendiendo las posiciones a quienes quieren ser candidatos, no pretendamos que aquí vaya a cambiar nada.

Yo me atrevo a decir que con dulces como el de las cuotas de género y de etnia, se está encubriendo el verdadero propósito que es el de asegurar que nada cambie. Porque lo que importa a los partidos es que siga el mismo modelo de elección, lo que les asegura que pueden colocar a su gente sin que el escrutinio de la ciudadanía valga para un carajo. Miremos el Congreso que hay ahora, luego de la “elección inteligente y responsable” de los ciudadanos que fueron alertados sobre los niveles de corrupción que nos consumen como país. No hubo asomo de depuración y salvo aquellos casos en los que el Tribunal Supremo Electoral se escabechó a un puñado de diputados, el resto de los que han hecho micos y pericos lograron su reelección.

Si tuviéramos una ciudadanía que entiende la dimensión del problema y el poder de los grupos paralelos que tienen secuestrada la democracia, habría un rechazo unánime a ese proyecto de ley que consagra la preeminencia de la actual clase política.

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