Marco Tulio Trejo Paiz

Los organismos del Estado están dando motivos para que el pueblo protagonice las acciones que se necesitan para depurarlos, sobre todo el Legislativo que tanto suscita para comentarios y da origen para actuar mediante multitudinarias manifestaciones como las que inundaron la Plaza de la Constitución que ejercieron fortísima presión para resolver el grave problema de la corrupción.

El hemiciclo del caserón de la novena avenida motiva mucho qué decir, especialmente lo relativo a los sucios manejos de las volcánicas millonadas de quetzales, de las que se aprovechan los diputados en su mayoría, comenzando por el presidente y demás integrantes de la junta directiva del organismo.

El inflado presupuesto nacional origina actos cometidos a sabor y antojo impunemente por los curuleros (léase diputíteres), los que suman nada menos que 158 que viven haciendo de las suyas y del diablo, disfrutando y relamiéndose de los dineros de los contribuyentes.

Son varios cientos de millones de quetzales del presupuesto que manosean los más astutos y deshonestos llamados “padres de la patria” que más parecen ser unos padrastros dignos de irse a la calle….

Hay congresistas que se dan el lujo de tener cinco, diez o más plazas bien remuneradas, dizque trabajando los aprovechados, cuando realmente se trata de mamandurrias “fantasmas”, cuyos favorecidos y favorecidas no llegan al recinto parlamentario a trabajar, sino sólo a cobrar mensualmente los sucios salarios de bendita corrupción.

Dicen por ahí que van a obligar a los “fantasmas” a devolver el dinero mal habido, y eso sería bien recibido por toda la gente defraudada en sus aspiraciones y legítimos intereses. ¡Magnífico!

Jorge Serano Elías, cuando empuñaba las riendas del poder, de un solo plumazo disolvió el Congreso, la Corte Suprema de Justicia y oras instituciones que estorbaban la administración pública, y esa medida la aplaudió el pueblo, aunque no los politiqueros.

A Serrano le costó el guayabal. Puso bozal a la prensa y eso contribuyó a que lo destronen y a irse al exilio.

Juan Pueblo, muy emocionado, aplaudió atronadoramente…

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