Raúl Molina

Durante miles de años la filosofía administrativa del imperio chino se basó en las normas de Confucio: administrar el Estado de la misma manera que se maneja el hogar, particularmente sus recursos. Gastar austeramente, pero garantizarse que las necesidades mínimas se cubren. Las necesidades no se inventan, existen, principalmente cuando el mal manejo de la economía ha profundizado las carencias de las grandes mayorías. Para enfrentar esas necesidades, el Estado necesita conseguir recursos, no por la vía del endeudamiento, que significaría menos recursos en el futuro, ya que el tesoro serviría para pagar las deudas a prestamistas y usureros –hoy Banco Mundial, FMI y similares– así como para alimentar la corrupción. La vía racional para aumentar los ingresos del Estado es la recaudación de impuestos. Por ello, Estados Unidos es totalmente intransigente con las exigencias fiscales. Aunque también el gran capital de ese país busca evadir el pago de impuestos y usa trampas para pagar menos, termina aportando un porcentaje alto de sus ganancias. Eso no lo entiende la Universidad Francisco Marroquín ni los “dueños del país”, cuyo inflexible credo es “no a los impuestos”.

En esencia, los empresarios trasladan todos sus gastos, incluidos los impuestos y las “mordidas”, al consumidor. Al calcular el costo del producto o servicio se incluye todo, desde los pagos al capital e intereses hasta “gastos de representación” y propaganda. Para establecer el “precio”, a ese “costo” se agrega la ganancia, pocas veces menor que el 25%. Un empresario que siguiera las enseñanzas de Confucio reinvertiría el 15% y ahorraría el resto. En Guatemala simplemente se quedan con la ganancia y el negocio se concentra en explotar a los trabajadores y no pagarle al Estado lo que le corresponde. Se recurre a arbitrariedades, como no pagar el salario mínimo, exigir salarios diferenciados o exoneraciones y hasta obtener fondos del Estado para pagar inversiones privadas. Con esta forma de “capitalismo”, lejos del capitalismo moderno propuesto por Árbenz, Guatemala seguirá rumbo a la ruina.

Las finanzas del Estado guatemalteco son desastrosas. Un panel reciente de expertos afirma que la SAT es incapaz de recaudar los fondos necesarios. La propuesta de Jimmy Morales para financiar “sus programas” (no necesariamente los que necesita el país) es hacer crecer la deuda con la emisión de bonos. La otra fórmula para agenciarse fondos es con mayor endeudamiento en los sistemas bancarios internacionales. Y, finalmente, está la venta de la soberanía nacional. En 2015, cuando era evidente que el Estado era saqueado por Pérez, Baldetti y el Patriota, Estados Unidos trasladó a Guatemala 107. 18 millones de dólares (mientras que a El Salvador solamente 46.55 y a Costa Rica 1.67). Se contempla incrementar en el 2016 a 127.52 millones de dólares, aparte de las tajadas de los USD 750 de la Alianza para la Prosperidad, en 2016, y los fondos recién pedidos por Obama para 2017. Así, gracias a que los grandes ricos han regalado la soberanía nacional a Estados Unidos, con sus decisiones y falta de pago de impuestos, el país seguirá gobernado por el Procónsul Robinson.

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