El gobierno actual llegó sin grandes compromisos de campaña porque se trata de un fenómeno especial que, a juzgar por los hechos de estos días, no ha sido comprendido a cabalidad por el mismo Presidente Morales y la gente que le rodea. Pudieron ganar la elección, aún con un selecto grupo de donantes en especie o en dinero para financiar la campaña porque la ciudadanía los arropó como la “nueva política”, seleccionada para desplazar a las formas tradicionales de comportamiento entre los que conforman la llamada clase política del país.

En otras palabras, si alguna vez se puede hablar de un mandato claro en el proceso político de elecciones en Guatemala es ahora, cuando tenemos un gobierno que no tiene otro origen ni razón de ser que el deseo de cambio de la población harta de las mismas formas de hacer política en el país. No existe otro motivo por el cual la población se haya decantado por el actual Presidente que su lema presentándose como ni corrupto, ni ladrón, puesto que no hubo un planteamiento de programa de gobierno que pudiera dar elemento para otro tipo de consideración o de mandato.

Pero el Presidente, que tuvo un selecto grupo de donantes que hoy son influyentes, una vez electo y listo para ser investido, aceptó a otro grupo de donantes que ofrecieron surtir los hospitales con medicinas e insumos. Se trata de donaciones millonarias que se presentan como actos de filantropía y que el Presidente defiende a capa y espada, aunque está demostrado que hubo insumos y medicamentos que estaban vencidos o por vencer, lo que contraviene una norma específica sobre las donaciones que se pueden recibir en el sistema de salud.

Uno de los donantes recibe anualmente asignaciones del Estado que superan con creces la cantidad de la donación. Es el que no parece representar intereses de casas médicas o farmacéuticas y que sí se presenta como un filántropo de Zacapa. Pero recibe mucho dinero del Estado que la Contraloría nunca audita, contraviniendo lo que dice la Constitución sobre la obligación de auditar toda erogación del erario.

Y las otras donaciones provienen de empresas que están o quieren estar en el juego de venderle al Estado.

La pregunta a hacerse es si estos donantes son diferentes a los otros que operan en la política para traficar influencias a cambio de sus aportes. Y la forma en que el gobierno los apaña y defiende obliga a ser suspicaz porque el primer deber de la autoridad es con la gente y si hay producto vencido no deben ni ocultarlo ni disfrazarlo.

Artículo anteriorOjo a las leyes a la carrera
Artículo siguienteExposición “Frágiles” y presentación del libro «Donde nace el amor»