Dra. Ana Cristina Morales
Cuanto más tiempo pasa, y el frío se condensa, las plantas, los pollos, los perros y lo peor, la gente, lo sufren duramente. Hoy por hoy, es de agradecer tener un buen techo, comida para alimentarse y alimentar a otros, un abrigo para apaciguar el frío. Un trabajo o pistillo que procure que todo ello continúe estando allí.
En tiempos de extremos, se claman milagros. Los cuales pueden solo ser una pequeña manifestación de solidaridad humana. Ayudar a los menos privilegiados, a quienes necesitan cubrirse, alimentarse y resolver lo más básico en sus vidas. Para quienes la vida es una supervivencia y no un mero entretenimiento.
La intención tiene poder al desear a los demás disminuir su dolor y albergar la esperanza de que vendrán momentos mejores, porque hoy está siendo muy duro, pero quizá todo ello terminará pronto.
Con un poquito de ternura y atención a los demás, se miran milagros que quizás ya estaban allí. Entonces comienzan a surgir actos de fe, fe en uno mismo, en los demás y en nuestro sistema de creencias. La fe traspasa las barreras de la indiferencia, vergüenza, venganza, desamor e impotencia.
Lo cual no constituye cegarse a la realidad, sino, vivir con la realidad tratando de transformarla, buscando culpas para enmendarlas y no para que constituyan reproches. La gente que está con uno, es quien lo quiere, no necesitan haber lazos sanguíneos, ni ningún parentesco. Y querer la vida, es querer estar con los demás de una manera llana, sin frivolidades o actos que provoquen una justificación para llamar la atención y buscar admiración.
Este frio, es inusual, como lo ha sido el calor. Nuestro mundo está en crisis, y lo peor, es que no nos da pena. La ignorancia y la no existencia de un control apropiado para cuidar nuestro ecosistema están propiciando su fin, un fin apocalíptico, porque no hemos deseado otro.
Lo mismo que sucede con las plantas y otros seres vivos se manifiesta en los humanos. ¿Cuántas veces hemos visto? como una planta que lucha por crecer, es aplastada por el zapato insensible de alguien. ¿Cuántas veces hemos visto a un ser humano empeñado en crecer y trascender? Y pareciera ser que muchos zapatos quisieran aplastarlo hasta lograr su regreso a lo más profundo y áspero. Atrévase a sacar su cabeza y averigüe si es cierto.
La culpa no es de unos, la culpa es de todos y nuestra responsabilidad ahora; es crecer y creer para conducirnos a fortalecer nuestra fe.
Yo en lo personal necesito creer, necesito confiar y sentir que muchas personas al igual que yo, desean lo mismo.
El mundo puede revertir si de esa manera lo deseamos e interactuamos desde nuestra intención a nuestras acciones. Aprendemos a valorarnos y a valorar lo que realmente importa. Nos acercamos a vivir con quienes pretenden lazos de comunión dentro de nuestras vidas, y nos apartamos de manera drástica, con quienes encuentran agradable poner zapatos en las cabezas de otros.