Oscar Clemente Marroquín
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Con motivo de la entrega de reconocimiento especial de la revista Americas Quarterly a quienes se han destacado en la lucha contra la corrupción en América Latina, entre ellos la Fiscal General Thelma Aldana y el Comisionado de la CICIG Iván Velásquez, se hizo un análisis de los acontecimientos en Guatemala a partir de la investigación realizada por la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, en el Caso “La Línea” y los consiguientes procesos contra funcionarios de alto nivel implicados en la defraudación aduanera y luego en otros delitos también de corrupción, asociación ilícita y tráfico de influencias en otras áreas de la administración pública de Guatemala.
Y se dijo que ese caso logró lo que se considera como un hito histórico y casi hecho milagroso, al haber despertado a una sociedad conformista, en alusión a la llamada primavera que vivimos en Guatemala desde abril del año pasado cuando manifestaciones callejeras impulsaron una distinta actitud ciudadana, al punto de que algunos sostienen que fueron esas manifestaciones las que forzaron a las renuncias de Roxana Baldetti, primero, y de Otto Pérez Molina, posteriormente.
Yo sigo teniendo mis dudas respecto a ese despertar de una sociedad conformista porque viendo las cosas en su justa perspectiva, las renuncias fueron consecuencia de las acciones penales iniciadas por la CICIG y el Ministerio Público más que por la presión de la ciudadanía que se manifestó en la plaza. Pero tomando en cuenta la magnitud de los casos y la evidencia sobre la forma en que nuestro país está cooptado por sectores que hacen de la corrupción una práctica diaria, yo diría que el tamaño de las manifestaciones fue pequeño porque ante tanta porquería debió ser todo un pueblo el que se levantaba ya no sólo para exigir la renuncia del Presidente y la Vicepresidenta, sino del cambio profundo de las reglas del juego político y de las leyes que regulan el manejo de los fondos públicos y su fiscalización.
Hoy en día, a poco tiempo de cumplirse el año de esa primavera, seguimos en el invierno de la corrupción porque aquí en el fondo nada ha cambiado. Si no, que lo diga el partido oficial que se está nutriendo con la bazofia del Congreso porque para ellos es importante el número más que la calidad de los diputados. Orgullosos presentan en su bancada a un bisoño congresista que es conocido únicamente porque con ésta ha cambiado seis veces de partido en poquito más de cuatro años que lleva como representante del pueblo (?).
El despertar de la ciudadanía, alabado por los panelistas, no sirvió para que en la elección se mandara por un tubo a todos los pícaros porque éstos saben cómo parapetarse en la institucionalidad y gozan del respaldo del gran factor que es la interferencia diplomática gringa que marca el rumbo de nuestra política.
La Guatemala de hoy no ha llegado a tener un viraje profundo como el que hace falta porque no hemos llegado al nivel de compromiso ciudadano necesario para forzar a ese cambio. Y el día que no tengamos CICIG se volverá a perder el miedo a la ley y el saqueo seguirá sin contemplaciones.