Fernando Mollinedo C.

Desde 1524 época de la «Conquista» hasta dos o tres generaciones después, los poderosos usurpadores: conquistadores, militares, civiles, eclesiásticos, comerciantes, funcionarios y empleados del gobierno español, ladrones, asentaron las bases para ejercer el pleno dominio sobre la población original encontrada y sus descendientes.

El destino para ellos, los vencidos, fue la imposición de una y mil maneras para exprimir lo que en ese momento era el nuevo mundo con sus riquezas y fuerza de trabajo explotada, mal pagada o sin paga que salvó a España de la hambruna y caos que vivía.

La Historia no miente, aunque para nosotros principió desde el momento en que fue escrita por los mismos conquistadores; de allí parte el imaginario de superioridad impuesto a cruz y espada, mismo que subsiste en gran parte desde hace 492 años pese a los avances culturales de la civilización occidental y el alto grado de tecnología existente.

Ese imaginario, sigue siendo utilizado por el sector poderoso para justificar actitudes y conductas que les permiten acumular cada día más poder económico, social, religioso y político; estos herederos al igual que sus ancestros, desvalorizan el humanismo de la población vencida y sus descendientes, entendiéndola y usándola exclusivamente como un mercado de consumo al que explotan, pero que ignoran.

El poder, es la facultad de tomar decisiones; en ese aspecto, los poderosos y sus herederos (desde hace unas diez generaciones) decidieron el destino de la población, y para lograr sus intereses utilizaron, al igual que hoy, con una buena paga a personas de la masa como representantes de la misma (diputados), asegurando todos sus intereses.

Por ello, no es de extrañar que las personas investidas de «autoridad» que ejecutan las órdenes de los poderosos desde distintos puestos de la administración pública, iglesia e iniciativa privada, se sientan parte del poder sin darse cuenta que son simples y llanos trabajadores, sirvientes, coimes, gendarmes, mayordomos, guardias, lacayos, pajes, siervos o vasallos del verdadero poder.

A todo esto, ¿qué hace y cómo reacciona la población? ¿Cuándo despertará para sacar del escenario al dinosaurio que aún está entre nosotros? Los poderosos han ejercido con las armas de fuego, perros de cacería y de la política, intimidación espiritual, física y económica el poder, utilizando a las instituciones públicas, privadas y religiosas como instrumentos de «convencimiento». Durante los pasados 492 años, la rebeldía social para vivir con las condiciones dignas y mínimas, fue castigada de manera inhumana, brutal, salvaje, sanguinaria, feroz, y bestial para ahogar el derecho a vivir con los valores humanos de la misma civilización occidental que impusieron.

El «poder» del poder es inmenso; crean, compran, administran, consiguen, obtienen todo lo que necesitan (material y humano) para seguir en su ruta de riqueza. ¿Y la población que hace? Organizarse en «partidos políticos» para elegir a los sirvientes de los ricos y verdugos de ella misma. ¿Se le llama a eso «Democracia»? ¿Cuándo cambiaremos de actitud? ¡Hoy seguimos viviendo lo mismo!

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