Adolfo Mazariegos
Por cuestiones de espacio no ahondaré en la historia, etimología, o en la definición científico-social del concepto “demagogia”. Pero valga decir brevemente que, dicha palabra encierra un significado que a veces puede resultar controversial y que, en el marco de lo político, está asociada a ofrecimientos irrealizables, a promesas que estimulan los sentimientos de la población mediante falacias, omisiones, falsos dilemas, medias verdades, etc. Eso usualmente lo vemos en procesos de campañas electorales, y se supone que, una vez haya concluido dicho proceso, el favorecido (o los favorecidos) con el voto popular, dejen de hacer uso de tales “herramientas o tácticas” dado que ya no les son necesarias puesto que su objetivo es, precisamente, la ganancia. Un demagogo aprovecha el uso de dicha práctica para llegar a la gente y hacerle creer uno y mil cuentos fantásticos que, con el correr del tiempo, se convierten en esa simple retórica con la que usualmente se construyen muros en contra de los que choca una y otra vez el pueblo utilizado, (eso, por supuesto, no es nuevo; es decir, no se está descubriendo el agua azucarada con traerlo al papel). Pero, cuando vemos, como ciudadanos comunes y corrientes, las mismas formas de actuar; los mismos discursos vacíos con los que se subestima al ciudadano; cuando seguimos escuchando promesas que no se cumplen; cuando abundan las excusas de por qué no se ha realizado lo ofrecido; cuando nos dicen una cosa pero resulta otra; entonces nos empezamos a cuestionar qué significado tiene realmente la palabra demagogia, dado que dichas actitudes las seguimos viendo todos los días, aquí, allá y más allá. Y como expuse alguna vez en este mismo espacio: no es algo normal, pero lo vemos y lo aceptamos como algo muy normal, como algo que forma parte del sistema y de la manera en que debemos vivir porque no nos queda de otra… Pero, ¿sabe?, la cosa no es así (o no debiera ser así). Y quise hablar de todo esto hoy porque deseo manifestar que no me parece normal, ni justo, ni lógico, ni correcto, ni nada que se le parezca, que esté en riesgo de cerrar una escuela primaria en un municipio rico en arte y cultura, un municipio que ha dado al país grandes pintores, deportistas, músicos, y hasta uno de los autores del Himno Nacional (San Juan Comalapa, Chimaltenango). La escuela a la que hago referencia cuenta con un sólo docente que imparte clases a todos los grados en un mismo salón al mismo tiempo (obviamente no se da abasto); además, es el director, el que barre cuando puede, el que juega la chamusca con los patojos, etc… Que una autoridad hable de educación, de su importancia, y de tantas falencias en nuestro anacrónico y deficiente sistema educativo, que haga ofrecimientos y no haga nada por niños y niñas como estos de Chimaltenango que se quedarán sin escuela (que los hay en todo el país), eso…también es demagogia.