Marco Tulio Trejo Paiz

Hubo paz, reafirmación de fe, alegría, bella tradición y solemnidad en la Navidad; ahora estamos a un pasito, como quien dice, de este año 2016, del cual deseamos y esperamos un cambio positivo en la vida nacional.

Siempre que se va un año pensamos en lo que sobrevendrá, favorable o desfavorable, pero seamos optimistas. El pesimismo dejémoslo a un lado.

Cierto es que a escala mundial no andan bien las cosas. Hay problemas que minan la paz, la tranquilidad, el bienestar, tales como los conflictos armados locales y regionales, el terrorismo, las correntadas migratorias de gente de países donde hay carencias de todo lo que se necesita para vivir con los satisfactores indispensables.

Aquí, en esta empobrecida Guatemala de la Asunción, tenemos vivos ejemplos de la situación a que me estoy refiriendo. Quiera Dios que este año haya honestidad, no corrupción a lo alto, a lo intermedio y a lo bajo; que cese la violencia, todo lo que significa vicios como la drogadicción, entre otras cosas negativas que originan atraso en diferentes sentidos.

Cada guatemalteco debe poner sus granos de arena, con todo esfuerzo, para dar solución a las situaciones que afectan seriamente a nuestra pobre patria y a la población en general.

Es deseable, pues, que Guatemala y los guatemaltecos no se detengan en el tortuoso camino, sino, antes bien, que vayan hacia adelante, siempre hacia adelante como medio de mejorar la existencia de todos los seres humanos, ricos y pobres.

Borrón y cuenta nueva, como decía el expresidente Miguel Ydígoras Fuentes. Cambiemos todo lo que debe cambiar tratando de superar lo que es óbice en esta vida que para las mayorías de hombres, mujeres niños no es una vida digna a estas fechas del siglo XXI

Dejemos atrás todo lo que es de lamentar con firme y loable propósito de abrirnos paso hacia todo cuanto es positivo para progresar en todos los órdenes de la vida.

El buen amigo Juan Pueblo dice en voz alta: ¡En el año nuevo, vida nueva!

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