Estuardo Gamalero
«No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, de la misma manera que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo.» Camilo José Cela
La historia de esta frase se remonta a un evento de la vida del senador español Camilo José Cela (novelista, periodista, escritor, editor e incluso Premio Novel de Literatura), al quedarse dormido en una de las sesiones de la Cámara Alta del Parlamento, en la cual fue reprendido por el Presidente:
-Sr. Cela, ¿está usted dormido?
A lo que el aludido respondió rápidamente:
-No, señor, no estoy dormido; sólo estoy durmiendo.
-¿Acaso no es lo mismo? –le respondió el Presidente.
-¡Claro que no es lo mismo!, porque no es igual estar dormido que estar durmiendo, como tampoco es lo mismo estar jodido que estar jodiendo.
El evento y la frase me parecieron adecuadas, para referirme a la enorme diferencia que hay entre el sindicalismo real y la mutación al cinismo, a través de las prácticas delincuenciales de un grupo de vividores disfrazados de trabajadores y políticos, enraizados en las estructuras más profundas del Estado y sus recursos.
El sindicalismo permite la representación de los trabajadores a través de una organización que vela por la defensa de sus intereses. El sindicalismo aspira a optimizar las condiciones laborales y la defensa de los derechos. Sus dirigentes llevan a cabo negociaciones con las autoridades o patronos, con la finalidad de obtener beneficios o mejoras en las condiciones y relaciones de trabajo. Es importante destacar que la actividad sindical sana no debe vincularse con la política, pues el objetivo de un sindicato no es representar políticamente a la clase trabajadora. Lo anterior es tarea de los partidos políticos.
Por cinismo entendemos: 1. Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables. 2. Impudencia, obscenidad descarada.
Las semanas de los chapines no dejan de ser emocionantes y en la reciente, tuvimos la oportunidad de ver al Presidente del Organismo Legislativo, Mario Taracena, dando a conocer las intimidades en las condiciones de las contrataciones de empleados, asesores, consultores y profesionales, en los diversos renglones que permite la ley.
Lo genial de ese ejercicio, no son los hallazgos en pel Congreso, sino la dimensión que esas desvergüenzas revelan a lo interno de los tres organismos del Estado y las instituciones públicas, autónomas, semiautónomas, descentralizadas y centralizadas.
Escuché a varios profesionales y analistas expresar sus opiniones. Llamaron mi atención los mensajes del ex Magistrado Luis Fernández, que recuerdo así: “Por supuesto que existe y reconocemos el principio de los derechos adquiridos por cualquier trabajador. Pero también debemos recordar que los derechos adquiridos en forma ilegal o fraudulenta, son nulos… más aún, si la parte afectada termina siendo el interés social”. Así también, me gustó el enfoque del Analista Adrián Zapata, que iba en este orden de ideas: “No hay que satanizar al sindicalismo, pero no podemos tolerar como sociedad estas ilegalidades y malas prácticas… lo importante, es reconocer que este monstruo que hoy vemos al desnudo, todos de una manera u otra lo hemos alimentado con nuestras acciones o nuestro silencio”.
A ambos profesionales pido disculpas si los he citado incorrectamente, pero así entendí la esencia de sus opiniones.
Tal y como he mencionado en varias columnas, debemos reconocer que en todos los estratos, sectores y segmentos de la sociedad, hay personas buenas como también las hay malas y muy malas. Hay religiosos dignos y hay religiosos nefastos. Hay empresarios ejemplares que defienden la libre empresa y hay empresaurios retrógrados que defienden su libre empresa. Hay indígenas excepcionales e indígenas capaces de vender a su patria. Hay jueces buenos y también tenemos comisionistas administrando justicia. Hay policías y ladrones, y un híbrido de ambos. Hay militares decorosos y hay chafarotes corruptos. Hay políticos excepcionales, como hay delincuentes haciendo política. Hay periodistas que informan y sustentan las noticias, así como hay periodistas que cargan sus plumas con pólvora en vez de tinta. Hay miembros de la comunidad internacional que buscan ayudar al país, como también hay representantes de otros Estados experimentando con los chapines y nuestra república.
Así también, hay empleados meritorios en el sector público y privado, que buscan, fomentan y protegen condiciones laborales, de la misma manera que hay vividores de alguna plaza fantasma o de las condiciones ilegales de un pacto colectivo, suscrito en la sombra de la ilegalidad e inmoralidad.
Peor aún, hay cavernícolas infiltrados en los sindicatos, capaces de paralizar un país entero y manipular el espíritu de una manifestación, chantajeando autoridades, civiles y a sus mismos trabajadores. Muchos de ellos, incluso han intentado cooptar y manipular a la Organización Internacional del Trabajo. Esto es cinismo.
Las personas honestas y productivas de este país, estamos siendo testigos de cómo el mismo descaro de los cínicos derrumba las murallas de su corrupción. Esto es karma.