Rolando Alfaro Arellano

En el artículo anterior, que fue providencial en virtud que estimé que era demasiada la expectación del nuevo gobierno ya en funciones, y no tendría la debida atención. En consecuencia, insistimos como otras veces lo hiciéramos, que nada podrá cambiar sin voluntad política.
Lo primero es, sin duda, codificar todas las leyes administrativas dispersas en el ambiente jurídico nacional, segundo, fortalecer las carreras legislativas y judiciales, tercero, reformar la Ley del Organismo Ejecutivo; y cuarto, actualizar la legislación ambiental, laboral y penal.
En ese sentido, resulta ridículo que habiendo sido la República de Guatemala, Capitanía del Reino, sea de los países más atrasados y en estado de total destrucción
Por lo anteriormente escrito, los nuevos miembros de los diversos organismos del Estado, deberán poner sus barbas en remojo, si no toman medidas que logren evitar el total cataclismo del Estado.
Asimismo, ya basta de tanta partidocracia pues primero está Guatemala, y si se sigue con compadrazgos, quienes osen creer que gobiernan, en el presente y en el futuro, seguirán en el total terremoto político que las anteriores administraciones han provocado al pueblo y a nuestro país. Obras son amores y no buenas razones.

Las elecciones de funcionarios a dedo, nunca han dado buenos resultados y, en consecuencia, habría que preguntarse si lo que en estos últimos años se prefiere improvisar en lugar de buscar la experiencia y amor sincero a la patria.
Estimados lectores, ya es hora de que por los medios legales se ponga más atención en lo que las presentes y futuras generaciones de políticos, no politiqueros (materialistas de la cosa pública), desean hacer con el futuro de los habitantes del territorio nacional.
Desde hace varios años hemos escrito en esta columna de LA HORA, y, muchos son testigos de ello, empero, los resultados han sido ignorados. Veremos si se sigue con la política de no hay peor sordo del que no quiere oír.

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