Luego de que fuera cuestionado su nombramiento como Ministra de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda, la señora Sherry Ordóñez inició su trabajo de convencer a los medios, como dijo el presidente Jimmy Morales, pero lo hizo a partir de una serie de mentiras que alguien podría calificar de pequeñas mentiras, pero que evidencian serio problema en el tema ético.

Primero dijo la funcionaria designada pese a las objeciones que ella no era contratista del Estado porque su empresa dejó de construir obra pública hace algunos años y que únicamente ha sido supervisora de obra pública, pero esa supervisión se asigna mediante contratos por lo que los supervisores son contratistas del Estado.

Luego dijo en una entrevista radial que fue nombrada 48 horas antes de tomar posesión, extremo que fue desmentido tanto por el Vicepresidente como por el vocero presidencial. Este último dijo que ella supo de su designación al menos cuatro días antes de la toma de posesión. Ello porque la titular del Micivi dijo que no había resuelto su problema en la SAT por la falta de pago de Impuesto al Valor Agregado porque no sabía que iba a ser ministra.

Y la tercera mentira de la señora Ordóñez fue en el monto de lo que le reclama la Superintendencia de Administración Tributaria. Ella dijo que la demanda era por un adeudo de alrededor de 70 mil quetzales, pero el proceso que se le sigue judicialmente es reclamando el pago de 143 mil quetzales más la multa del ciento por ciento, es decir, se le está requiriendo el pago de 287 mil quetzales y tiene embargadas sus cuentas, además de estar inhabilitada su empresa en Guatecompras, precisamente por el reclamo de esa cantidad.

En el entorno del presidente Morales tiene que haber desazón por la falta de coherencia de la señora Sherry Ordóñez porque obviamente sus contradicciones, ya públicamente desmentidas por funcionarios cercanos al poder, hacen daño irreparable a la imagen del mandatario que llegó al poder bajo la premisa de que él no es ni corrupto ni ladrón, lo que debe entenderse por añadidura que no lo serán quienes trabajen con él. Y mentir es una forma de corrupción, sobre todo cuando se trata de mantenerse en un puesto público tan apetecido como el de Ministro de Comunicaciones porque todos sabemos cómo se cuecen las habas en ese despacho y cómo es que los altos funcionarios cobran por otorgar contratos, cobran por hacerse babosos del mamarracho de obras y vuelven a cobrar para que les paguen a los contratistas, sobre todo si la deuda es ilegal como en el caso de la flotante.

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