Eduardo Blandón

Creo que la viveza no es que nos haya visitado para hacer su morada entre nosotros.  Los vivos siempre han estado ahí.  Hablo de los oportunistas, los que sensibles a la ocasión, la toman sin miramientos.  De hecho, hay una escuela en el hogar que aconseja “ponerse vivo” porque “este mundo es de los audaces”.  Salpicamos de frases a nuestros hijos “para que no se duerman y se los lleve la corriente”.

Con tal filosofía, habitamos un mundo de sujetos aventajados o con aspiraciones de aventajamiento.  Personas que sueñan con el premio mayor para salir de la pobreza de una vez y por todas.  Sin escrúpulos.  Con energía y pasión.  ¿La religión?  Puede que Dios mismo me haya puesto en el lugar adecuado y me castigaría si no aprovecho la suerte.  “A los tontos, ni Dios los quiere”.

Los listos están por todas partes. En el Congreso de la República, por ejemplo. Empleados que ganan sueldos opíparos sin hacer mayor cosa. Ejemplares de quien obtiene éxito inmediato a través de relaciones de conveniencia. ¿Inmoralidad? Lo que tiene la prensa y los demás, se justifican, es pura envidia. Se trata, insisten, de grupos fracasados que son dormidos y no han sabido sacar provecho de las oportunidades presentadas.

Astuta es la Ministra de Comunicaciones, Sherry Ordóñez, que se aferra a su puesto sin importarle su condición de contratista del Estado, sin pena alguna de su trayectoria dudosa en el pago de los impuestos. He sido desordenada, dice sin rubor, pero me siento orgullosa de lo que he hecho en mi vida.  Y concluye: “voy a continuar al frente de la cartera, tengo todo el respaldo del señor Presidente».  ¿Para qué quiere más?

Nineth Montenegro también ha sido modelo de viveza.  Un día se va a dormir al Congreso para fingir abanderar a los que reclaman justicia y el otro, en el tema de las contrataciones inmorales de empleados del Congreso, simula desconocimiento para mostrarse impoluta. El instinto político la lleva a agazaparse para no salir dañada en un contexto en el que podría perder.

Tomar atajos es el imperativo de nuestros días.  No soportamos un trayecto prolongado, la vida obrera del trabajador exhausto con salarios siempre injustos. Perdemos la paciencia. Hay algo en la honorabilidad que no compartimos y nos desespera. De aquí que tenemos prisa por meter un gol, no importa si es con la mano o atropellando al que tenemos enfrente. Lo importante es ser listos y ganar la partida.

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