Podemos empezar diciendo que nadie está libre de cometer errores y que el nombramiento de la señora Sherry Ordóñez para dirigir el Ministerio de Comunicaciones constituye el primer fiasco para el gobierno de Jimmy Morales, pero que si actúa con propiedad puede terminar simplemente en eso, en un error, que se subsana apartándola de las funciones públicas por su actuación como contratista del Estado.
La señora Ordóñez, aunque no haya tenido contratos recientes con el Estado como ella le explicó al equipo de Morales, no deja de ser una persona que ha funcionado en medio de lo que todos sabemos que es la mafia que ha existido en el MICIVI a lo largo de muchos años de corrupción. Nadie puede suponer que en el sistema perverso de corrupción que hemos vivido se haya podido trabajar con decencia en la búsqueda de contratos en ministros que han sido auténticos piratas que están a la busca de negocios para engordar sus recursos y por lo tanto, en este caso, no sospechar de alguien que ha sido parte de ese sistema es ingenuo.
Se puede decir que por principio tenemos que anteponer la presunción de inocencia pero cuando hay tanta certeza sobre la forma en que se negocian en Guatemala los contratos públicos, hay que ser medio tonto para suponer que en medio de ese marasmo de suciedad alguien ha actuado con pulcritud y corrección.
El MICIVI, como Energía y Minas, Salud y Educación, han sido viñas para los corruptos que negocian contratos públicos, otorgan concesiones, compran medicinas o compran mochilas sobrevaluadas además de imprimir libros a precios de espanto. Por ello es que suponer que alguien que ha sido parte de esos negocios es sano y que por su “experiencia” puede ayudar a resolver los problemas existentes es más que iluso un acto de cinismo.
Imagine usted que nombraran ministro de salud a Gustavo Alejos porque él sabe los vicios en el sistema. Lo mismo está pasando ahora porque alguien que ha sido parte de la operación cotidiana del Ministerio de Comunicaciones, con todo lo que ello significa desde el punto de vista de la opacidad, llega supuestamente a destapar la cloaca. Las probabilidades de que en vez de destaparla se vuelva más turbia son inmensas y por ello Morales, sin dudarlo un instante, tiene que revisar su decisión política y cancelar el nombramiento porque lo que está en juego no es el futuro de la señora Ordóñez, sino su ejercicio como Presidente de la República comprometido con la lucha contra la corrupción.